A quien le gusten las metáforas, ahí tiene una: el PSOE iniciaba con Zapatero el curso político en la cuenca minera leonesa, mientras el PP con Rajoy lo hace al pie de un castillo medieval reconvertido en pazo. Otra más: ZP ya es historia mientras Rajoy es el presidente en ejercicio. Soutomaior se ha convertido en la pista de lanzamiento hacia el otoño del PP. Un privilegio desde 2006, cuando Rajoy y Feijóo estaban en la oposición, en plena travesía por el desierto que culminó para el segundo con rapidez tras reorganizar el partido y para el primero tras siete años de navegación entre rocas para desembarcar finalmente en una playa tan minada como Omaha Beach.
Ayer Rajoy pareció por vez primera más cerca de estar satisfecho por el camino avanzado y ante el futuro próximo, desde luego mucho más que en los años anteriores. Lo hizo tras poner encima de la mesa algunas cifras que no por conocidas dejan de estremecer: tres años atrás, la prima de riesgo estaba 500 puntos por encima de hoy y a España le costaba financiarse un 7 por ciento, cuando lo lograba, frente al dos por ciento actual. Y todo ello con un desfase en el balance heredado de ingresos y gatos de 90.000 millones, que en pesetas eran 15 billones. Una barbaridad. Normal por tanto que ahora pueda decir en alto lo difícil que fue eludir una intervención por quiebra que habría supuesto el fin de la independencia y la instalación del gobierno de la troika comunitaria-FMI y el descenso de las pensiones, cierre de toda clase de ayudas…. Para temblar.
Lo que no lograron pese a la vehemencia en la exposición los tres del PP gallego que intervinieron en Soutomaior, Feijóo, el presidente provincial Rafael Louzán y el alcalde del ayuntamiento anfitrión, fue arrancar una promesa a Rajoy sobre que cumplirá el programa electoral.
El presidente parece que no quiere romper la baraja de las reglas de juego si no cuenta con un apoyo suficiente de otras fuerzas y se limitó a indicar que pondrá encima de la mesa la propuesta pero sólo para hablar.
