Acierta el PP al proponer que se apruebe con amplio consenso mediante un acuerdo plenario -que debería cumplirse si se aprueba- la línea de actuación presente y futura para Samil y su entorno. De hecho, se trata de uno de los asuntos que -al contrario que los presupuestos- no son de gobierno local, sino de la Corporación porque no afectan a un mandato sino a la totalidad de los ciudadanos durante años. ¿Qué Samil queremos? El que aparece en el Plan General supone una auténtica revolución, por cuanto exige una fuerte inversión y sobre todo decisión para eliminar los bares situados sobre el muro, retranquear el paseo unos metros hacia atrás, recuperar dunas y construir una nueva avenida, lo que a su vez obliga al desarrollo de las urbanizaciones contempladas en dicho Plan. Muy complejo y ambicioso -quizá inviable- y sobre todo choca frontalmente con la renovación de las concesiones, proceso que se acaba de poner en marcha tras liquidarse el permiso del "Jonathan" tras el fallecimiento de su titular, la impar Karina.
Por tanto, o una cosa o la otra, pero no ambas a la vez: o se bloquea la renovación de las licencias e incluso se acelera el proceso de cara a ampliar la playa según la propuesta del Plan General aprobado por la Corporación, o se mantiene el perfil actual, que con todos sus defectos, resulta exitoso y la mejor marca turística de la ciudad, incluso por encima de las Cíes o la Ría, como se puede comprobar en verano escuchando los acentos y observando las matrículas. Samil es un modelo que se ama o se odia, pero que funciona. En todo caso la decisión no puede ser del alcalde sino de la totalidad del ayuntamiento, e incluso más allá: de toda la sociedad.
