Opinión

Avanzando hacia el desastre

Galicia  mantiene una dura pugna con Asturias para ver cuál de las dos comunidades autónomas desaparece antes. Hay que reconocer que los asturianos se emplean a fondo, aunque la cifra de gallegos del interior desciende a un ritmo mucho más rápida que la de vecinos  del Principado. Si el INE acierta en sus negros augurios -y suele hacerlo- en quince años la provincia de Ourense será un desierto salpicado por la capital y su área  y cuatro o cinco villas. El resto, vacío. Este panorama ya no resulta reversible y lo único que podría hacerse es plantear medidas para más allá. Es lo que habría que hacer en Vigo, ahora que estamos todavía a tiempo. La sangría demográfica ha comenzado y no se va a detener con palabras. Para empezar, lo más importante: volver a creer en esta ciudad, y eso pasa por que sea un lugar pensado para el trabajo y que ofrezca calidad de vida.
Comenzando por una planificación inteligente del futuro a corto y medio plazo basada en aprovechar los sectores existentes (pesca, automoción, naval) y abrirse a otros propios del siglo XXI. La inauguración hace unos días del quinto centro tecnológico del Estado en Vigo -y hay seis en Galicia- es la nota positiva hacia la esperanza. La inexistencia de un proyecto estratégico de ciudad, más allá de un mandato o un alcalde, apunta en la dirección opuesta.

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