Opinión

Falta chispa política

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, cree que el año 2017 ha sido, a pesar de todo -léase Cataluña-, un año ganado para la recuperación de España desde el punto de vista económico, social e institucional. En cambio, para el PSOE, en los últimos seis años de Gobierno de Rajoy se han disparado la desigualdad, la precariedad y la pobreza. Además, según el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, la inacción del Ejecutivo propició que el problema catalán concluyese con la mayor crisis territorial de la historia de España. "Hemos tenido que hacer frente a algo tan inusual y tan desestabilizador como es una declaración de independencia de una parte de nuestra nación", replica Rajoy. En una tercera derivada, Albert Rivera destaca el fin de ciclo del bipartidismo. El líder de Ciudadanos, reforzado el 21-D, hace un balance triunfalista de los logros de su partido, con la mirada puesta en las elecciones generales.
Los tres tienen sus razones para decir lo que dicen, lo cual no supone que su discurso sea completo. Como suele ser habitual, ninguno de ellos hace la más mínima autocrítica y los tres argumentan atacando. El viejo enemigo exterior como herramienta dialéctica útil. En su favor se agradece una baja dosis de populismo y de posverdad. Son tiempos de espera: falta chispa política en España.
Mariano Rajoy sabe que sus problemas de corrupción son graves y que los españoles ven crecer la economía pero no sus sueldos. Tampoco puede mirar para otro lado o limitarse a la lamentación tras los resultados del PP en Cataluña y la victoria del independentismo. En sus palabras hay medias verdades y falta un discurso ilusionante, integrador, al estilo de los tiempos de gloria de Adolfo Suárez o Felipe González. Se le nota el cansancio pero a la vez se ve que quiere seguir ahí, sin darle opciones a delfines como Alberto Núñez Feijóo. Mientras tenga problemas judiciales, se siente más seguro en la Moncloa.
El partido de Pedro Sánchez sabe criticar al Gobierno allí donde más le duele -desigualdad, precariedad y pobreza-, repara más de pasada en la corrupción y le echa en cara a Mariano Rajoy la crisis territorial. Pero al PSOE le falta lo mismo que al PP: un discurso político que ilusione a una gran mayoría social. Precisa crear la sensación de una nueva frontera y dotar a su Kennedy de un discurso cautivador. Salvando todas las distancias, tal vez no le venga mal recordar que, precisamente con Kennedy, la revolución de los derechos civiles trajo consigo idealismo e igualitarismo en Estados Unidos.
Albert Rivera suena más a ilusión, es verdad, se siente eufórico tras el resultado de Cataluña, pero cometería un error si en su afán de contagiar el espíritu Arrimadas creyese que Ciudadanos es en España lo mismo que Ciutadans en Cataluña. Fuera de la comunidad donde se creó este partido, ni su implantación es consistente ni su discurso está tan perfilado. Y la hipótesis de jugar en la clave de convertir a Rivera en Macron -un presidente sin apenas partido detrás- tropieza no solo con que uno y otro son diferentes, sino también con que Francia no es España y con que aquí -en ausencia de una república- hay elecciones legislativas, no presidenciales.

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