Opinión

¿Olvidar la Transición?

Para mí, el tema es cuestión de cultura, de contenidos y de un estudio serio de la historia. Son muy difíciles de comprender ciertas intervenciones, incomprensibles algunas afirmaciones y erróneas algunas apreciaciones. Quisiera referirme, aunque ya lo he hecho en otra ocasión cuando a alguien, a quien se le supone cierta cultura, habló mal de Adolfo Suárez, a la Transición española mundialmente reconocida como positiva.


Es evidente que juzgar una época con criterios de otra bien distinta corre el riesgo de ser injusto y sobre todo situarnos fuera de la realidad. Las generaciones pasan, las personas con ellas se van y llegan nuevos aires, distintas exigencias que requieren diferentes soluciones. Por eso aquella generación pasó y requiere en el momento presente otras personas que afronten la realidad actual. Esto es muy cierto. Por eso aquellos hombres y mujeres pasaron y hoy a lo mejor lo harían de otra forma. Olvidar las personas es lógico, pero olvidar aquel estilo sería muy grave.


Se cumplen ahora 40 años de la llegada de la democracia y bien está recordar el espíritu y la visión que tuvieron los de entonces para llevar a cabo una misión dificilísima. Y prueba de ello fue el intento de golpe de estado y la elección de Leopoldo Calvo Sotelo al día siguiente y tras la reunión de los líderes con el rey Juan Carlos. De aquel golpe aún habrá mucho que hablar y de la postura de Alfonso Armada mucho más aún. Tendrán que pasar muchas décadas para ello. Pero la historia es como es y debemos afrontarla. Salíamos de una dictadura y, hay que recordarlo, la generosidad de los de entonces fue notable. Recuérdese como el mismo Consejo General del Movimiento, pieza clave del régimen anterior, se disolvió pacíficamente. Traigamos a la memoria aquel Sábado Santo de la legalización del Partido Comunista y el portazo del ministro de Marina Y lo difícil que fue a Suárez suplirle. Son hechos.


Pues bien, la relación de Suárez con Santiago Carrillo era impensable un año antes. A algunos militares de entonces les fue difícil entenderlo e incluso, con nostalgia, afirmó alguno que “los vencedores habían entregado la victoria a los que perdieron la guerra”. Evidentemente con una falta de visión de futuro muy grande. Las dictaduras normalmente mueren con el dictador y de ellas se sale muchas veces con regueros de sangre.


Es historia pura reconocer que hombres que habían ocupado puestos de relevancia en la dictadura fueron capaces de saber mirar adelante y el mismo presidente Suárez se reúne con Carrillo a quien Fraga presentó en una conferencia. Fue así como entre unos y otros, mirando hacia delante y con gran visión de Estado, construyeron la actual democracia. Muchos de los que protestan y campan por sus respetos sería difícil que tuviesen hoy la libertad para hacerlo sin contar con las bases que los de la Transición pusieron. Así de claro. Las libertades actuales se deben en gran medida a los artífices de la Transición, tanto de derechas como de izquierdas. ¿O acaso se olvida que la misma Pasionaria, tras la muerte de Franco se sentó en el hemiciclo gracias a las gestiones de la Transición?


Y allí estuvieron junto a ella Carrillo y Blas Piñar sin estridencias notables. ¿Quién hubiese imaginado poco más de un año antes, que Dolores Ibárruri presidiese la Cámara y la mesa de edad junto a Alberti, y otros comunistas de siempre? Y aquello fue bueno para España. Nacía la libertad y la democracia. Por eso postergar, criticar o minusvalorar e incluso vilipendiar a aquella generación cuesta aceptarlo. ¿Serán capaces los políticos actuales de tejer con los juncos y mimbres actuales un cesto en el que quepamos todos en paz?

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