Opinión

Un esperado despertar

Creo haber citado aquí la anécdota hace tiempo. En una ocasión estaba reunido con un grupo de jóvenes universitarios y uno de ellos dijo una frase a la que en conciencia tuve que decirle que tenía toda la razón. Decía aquel joven: “Nuestra generación debiera escupir en la cara a la vuestra por el mundo que nos estáis dejando”. La explosión a la que asistimos con las plazas españolas llenas, sobre todo de juventud, parece la reacción más lógica y se lo ha ganado el sistema con tantos y tan variados despropósitos que, desgraciadamente, hacen bueno por momentos al antidemócrata griego Aristófanes. Es muy seria y cuesta tanto conseguir la democracia que todo aquello que la desvirtúa es sumamente grave y parece que así lo entendieron de una vez todos los que pasaron noches a la intemperie en nuestras calles. Ya está bien de corrupción, de sueldos y privilegios asombrosos, de puestos, de organismos innecesarios para colocar al familiar, amigo o vecino, de inmerecidos honores y una larga lista. De un sistema político y económico caduco y sobre todo injusto siempre pero más en un tiempo de crisis.
Un sistema que lleva a sus miembros de la universidad al paro, que impide la emancipación de jóvenes sin trabajo ni un euro para llevar en el bolsillo, que ve el futuro negro e incierto, que carece de trabajo fijo y que se mueve, en el mejor de los casos, con una eventualidad creadora de inquietud, nunca puede ser admitido. Por esto y más cosas protestan con toda la razón del mundo y lo hacen a su manera esperando a las soluciones que, por lo que se colige, son un Godot que nunca llega. Como están en paro o con su titulo universitario bajo el brazo algunos, y nada tienen que hacer por eso tuvieron todo el tiempo para montar las tiendas en Sol aquel ya cêlebre 15-M. Esta es la realidad que acaso estamos tomando demasiado a la ligera o mirando para otro lado, deseando que el tiempo pase y se vengan abajo. Mala solución es la de cuantos creen que pudriéndose los problemas con el paso de los días se van a solucionar los conflictos.
Estamos en un momento difícil con la ciudadanía encrespada y que, en muchos de los casos, consideran como un “divertimento” tantas idas y venidas y las interminables discusiones estériles de gobernantes y políticos. A muchos de nuestros jóvenes para nada les importan las interminables sesiones parlamentarias creadoras de un desprestigio absoluto de quienes las protagonizan. Triste realidad considerada como una representación teatral más, de la que pasan, ansiando una estabilidad de la que carecen.
El gran peligro sería que se introdujese en su ideario la delicada frase de “cualquier cosa menos esto”. Así se llegó a dictaduras prolongadas en muchos países. Por eso la grave responsabilidad de los líderes de ofrecer soluciones y de calmar el problema con recetas asumibles. Menos teoría y más soluciones. Este es el verdadero problema y estas las auténticas políticas sociales, porque lo demás puede ser muy hermoso para la galería pero poco práctico a la hora de alimentar al personal. Muy posiblemente el gran error o el fallo fundamental para todo este grupo de “indignados” es la falta de un verdadero líder; y el gran riesgo es que en este río revuelto cualquier aprovechado se haga con él y lejos de ayudar acabe complicándonos la vida a todos.
Dicen que es necesario tocar fondo para resurgir y yo me pregunto dónde estará ese fondo y cuánto tiempo más viviremos en la incertidumbre en su búsqueda.

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