Opinión

El diálogo

Llevamos varios domingos hablando del Papa Pablo VI y sobre todo de su Encíclica programática “Ecclesiam Suam”. Documento llamado del diálogo porque eso pretendía: acercar la Iglesia, el Evangelio al mundo actual. Tras exponer su magisterio en semanas pasadas así como los temas tratados por este importante documento bien estará dedicarle un resumen.
Puso las bases para el ecumenismo partiendo del encuentro en Tierra Santa con el Patriarca Athenagoras de Constantinopla, movido por la idea de que toda la humanidad está llamada a la salvación. 
Como ya decíamos, la Encíclica posee tres pensamientos básicos. El primero: la Iglesia debe profundizar la conciencia de sí misma explorado sobre su origen. En segundo lugar están las debidas reformas, corrigiendo los defectos de los propios miembros buscando la mayor perfección y  renovación. Como consecuencia de lo anterior el tercer pensamiento gira entorno a las relaciones que debe la Iglesia establecer con el mundo moderno. Aquí radica el diálogo que él llama “diálogo de salvación” tanto hacia dentro como hacia fuera de la Iglesia, como paso fundamental para cada persona y cada comunidad.
Así lo asumió el Vaticano II sobre todo en el tema del ecumenismo. Un intercambio de ideas y dones. Y es aquí donde Montini establece lo que él llama “círculos de diálogo” porque afirma que la Iglesia tiene un mensaje para cada sector y categoría: para los niños, para la juventud, hombres científicos e intelectuales, para el mundo del trabajo y las clases sociales, para los artistas, para los políticos y gobernantes: especialmente para los pobres, para los desheredados, para los que sufren, incluso para los que mueren: para todos.
Todo ello en círculos concéntricos alrededor del centro en que radica cada persona en el “Pueblo de Dios”, feliz imagen de la Iglesia acuñada por la asamblea conciliar. Una llamada a la unidad a la que están convocados todos los cristianos e incluso la humanidad en general. Tema que ya había vislumbrado Juan XXIII al hablar de la unidad.
En realidad el mismo papa había reconocido que la “Ecclesiam Suam” estaba encaminada a las sesiones del conciliares.
Restaría hablar de las relaciones de Pablo VI con España y en concreto con el régimen franquista. Alguien ya ha escrito un amplio volumen. Desavenencias claras ocurridas entonces y motivadas por el deseo del papa de un distanciamiento con la dictadura, algo que encomendó al Cardenal Tarancón. Aquellos desencuentros permanecieron incluso durante los primeros tiempos de Adolfo Suárez. Él mismo primer presidente de la democracia española me explicó en una visita a Lisboa que, al visitar el Vaticano trató al Papa como jefe del Estado. El papa le dijo “Me sorprende el tratamiento siendo Vd. católico”. Fue entonces cuando Suárez le llamó “Santidad”…

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