Opinión

¿Dónde queda el respeto?

Ayer, Jueves Santo, fue uno de los días más significativos para los católicos. Tal día se instituyeron tres pilares fundamentales: el Sacerdocio, la Eucaristía y el Mandamiento del Amor, la Caridad. Sin ellos sería imposible concebir la institución fundada por Jesús de Nazaret, que ha marcado toda una cultura y cuando menos merece un profundo respeto en la sociedad laica. Bien que me cuesta escribir esto porque algunos a lo mejor piensan que es por defender lo que creo y atacar a los contrarios. Nunca es mi estilo atacar a nadie, pero la libertad, la democracia y sobre todo la verdad exigen manifestar claramente lo que uno siente.
Da la impresión, de un tiempo a esta parte, que algunos confundiendo laicismo con laicidad (que son totalmente contrarios) hacen tabla rasa de todo por defender "su" verdad que creen absoluta. Olvidan que en democracia cada uno puede manifestar sus ideas pero respetando las del vecino. Lo contrario es la más detestable dictadura, la de quienes quieren imponer por la fuerza su forma de pensar. Benedicto XVI dijo al empezar el cónclave que le llevó al solio de Pedro: "La fe no se impone, se propone". Lo mismo que explicó en su visita a Francia. Y aquí radica la laicidad. Déjenme que añada, la fe y cualquier credo político o estilo social. ¿Cómo vamos a respetar a los demás si continuamente se dedican a imponernos sus criterios y a atacarnos en un increíble laicismo antidemocrático? Únicamente practicando la verdadera caridad que es superior a la tolerancia.
Y ese laicismo, un ateísmo que parecen querer convertir en una religión cuando atacan a las demás, se está extendiendo de una manera alarmante. Los países árabes son el exponente más claro de cuanto decimos, con cientos de cristianos muertos, iglesias destruidas y constantes ataques a quienes sean y se presenten como seguidores del Nazareno. Algo inconcebible en pleno siglo XXI cuando se habla de globalización y de derechos humanos.
Y la cosa está llegando a España. Se puede profesar cualquier credo menos el cristiano, y se respetan escrupulosamente a los dirigentes de otras religiones digan lo que digan y prediquen sus respectivas doctrinas aunque mancillen constantemente los derechos humanos. Valgan algunos ejemplos: el ataque al cardenal Rouco, conocido por todos, es incalificable en cualquier país aconfesional; la profanación de la iglesia de San Félix, en Sabadell, en plena Misa del Gallo; pintadas hirientes contra la Virgen María en el albergue para personas necesitadas, en Vigo, atendido por religiosas; colegios y templos atacados con pintadas, profanaciones y sabotajes en diversos lugares de España, intento de quemar la iglesia de Santa Marina, en Sevilla; denuncia contra Monseñor Reig Plà por haber defendido públicamente la doctrina de la Iglesia (¿qué deseaban que predicase más que lo que defiende su credo?); y los autores del ataque con bomba contra la Basílica del Pilar amenazan públicamente a los creyentes, sus templos y sus representantes. ¿Qué tiene que pasarnos a los cristianos para que los poderes públicos tomen medidas? ¿Aguantar y callar? ¿Quieren algunos volver a las masacres del 36 que llevaron a mal fin?
El tema es suficientemente grave como para que quede en el olvido y siga creciendo de manera tan lamentable. En ello están en juego los derechos humanos, la libertad, la democracia, el respeto y la convivencia pacífica de un país. Todo puede servir para meditar en este día en el que Cristo, habiendo amado a los suyos y perdonando, los amó hasta el extremo. Y desde el mismo patíbulo del Gólgota murió perdonando e incluso dejándonos una Madre.

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