Opinión

¡Los burros!

Candorosos, sin el señorío de sus amigos los caballos, pero humildes, sencillos y serviciales, muy serviciales. Tercos, eso sí, muy tercos porque ellos, con su "inteligencia", saben que cruzar un riachuelo es peligroso y entrar en una casa ajena ni se sabe. Ahora nos quedan, allá por el sur, los pobres burros a los que utilizan como taxis y hasta llaman de forma sibilina "burro-taxi"... Tal vez tenemos que recordar que "Equus asinus" es su nombre técnico y que es un animal doméstico de la familia de los équidos. Su origen es africano; de allá vinieron a principios del siglo V antes de Cristo al mismo tiempo que los caballos en Eurasia, y utilizados como animales de carga y como cabalgadura. El diccionario los define: "Mamífero cuadrúpedo doméstico más pequeño que el caballo, con grandes orejas, cola larga y pelo áspero y grisáceo; por ser muy resistente se usa para trabajos en el campo y para la carga. Asno, borrico, jumento."
Pero, ¡maldito progreso! Los tiempos han ido cambiando y, poco a poco, se está convirtiendo en una especie que hay que proteger. Nuestros pueblos ya son diferentes sin los burros, los niños prefieren la "play" a darse un paseo en el burro de los abuelos del pueblo porque ya carecen de él. Era una figura entrañable y me pregunto por qué nos estamos cargando algo tan entrañable y unido otrora a nuestro paisaje. ¡Qué malos somos! Preferimos la soberbia de una moto que aturde con su ruido; o el coche último modelo para llegar al pueblo y que se note que "somos algo", y que venimos de la ciudad. Es el olvido de las raíces, de las esencias rurales que sustituimos, para nuestro mal, por lo estruendoso, el barullo y el bullicio desquiciante de nuestras ciudades.
Porque el burro nunca usaba reloj, el horario era "de aquella forma", cuando llegaba a su destino. Caminaba sin semáforos ni gasolina que poluciona el ambiente aunque, eso sí, el pobre llevaba más de un golpe con el bastón de su dueño, la vara con aquella criminal punta era un cambio de marcha bastante macabro por cierto.
Además era, el burro, una fuente de interminables anécdotas todas ellas teñidas del candor e inocencia del pueblo. Se prestaba a ello e incluso a inmerecidos insultos. Va uno con su burro pacíficamente y el "chulo" de turno para su coche y le pregunta: "¿A dónde vais los dos?". Menos mal que el paisano, inteligente él, supo responder al momento: "A buscar hierba para ti"... Un amigo pretendió ir al molino y, al tener que pasar un riachuelo y negarse el burro, se le ocurrió darle un mordisco en una oreja. Al final regresaron a casa empapados el saco de maíz, el burro y, por supuesto, el terco de mi amigo...
Hay una cosa que nunca he entendido y que agradecería que alguien me aclarase: la razón por la que a una persona con pocas luces se le llama "burro". Aquel profesor, el padre, la madre o el amigo cuando el chaval se queda corto de conocimientos enseguida: "Tú eres un burro". ¿A qué viene ese insulto a los candorosos y fieles burros? Un insulto inmerecido. El chaval será corto, vago o falto de luces, pero nunca un burro. Incluso antaño, cuando existían los castigos a los niños, se les ponía de rodillas (menuda atrocidad, un castigo religioso) y se le ponían dos orejas similares a las de los burros. Aquellos docentes incluso iban a clases en su pequeño animal que ataban a la puerta mientras impartían clase y encima le insultaban.
Pero claro, hay que dar siempre puntadas con hilo. Coser sin hilo es perder el tiempo. Por eso me da la impresión de que eliminamos a estos buenos animales del panorama tal vez porque tienen cuatro patas y, con esto de los nuevos tiempos, los preferimos con dos aunque ni sean tan prácticos ni nos hagan tan buenos servicios... ¿Van entendiendo? De lo contrario otro día se lo explico en la pizarra, pero sin ponerle ni de rodillas ni con las orejas del entrañable Platero.

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