Opinión

La rutina

Se acabó nochebuena y las navidades, ahora llega fin de año seguido por reyes y a partir del 7 de Enero 2016 comienza una vez más mi rutina diaria en el nuevo año. Volveré a levantarme como de costumbre, asearme, vestirme, preparar el desayuno y una vez acabado ir a mi pequeño despacho en casa, encender la radio con la emisora de RNE, abrir el ordenador, revisar mis correos, repasar la prensa internacional y nacional en Internet, apagar todo y seguidamente si hace frío ponerme el abrigo, salir a la calle a dar el paseo matutino para mover los huesos y ejercitar los músculos. Supongo que es lo que hacen muchos jubilados como yo que han entrado en la rutina de la vejez si es que aún están suficientemente sanos y siguen buscando hobbies para entretenerse. 
En mi caso particular me dedico a escribir pero como todos que seguimos este tipo de diversión topamos con los obstáculos rutinarios que no nos dejan meditar lo suficiente para poder inspirarnos en lo que estamos tratando de comunicar a -no estoy seguro- quien. Esas horas dedicadas, sean por la mañana o por la tarde, a veces antes o después de la caminata están casi siempre interrumpidas por la vida cotidiana de una familia. Llaman al telefonillo del edificio; es el cartero, o llega el pedido semanal del supermercado y hay que guardar la mercancía. Otras veces suena el teléfono y es un recado para mi mujer. ¡Zas! Se estropeo la nevera o gotea el grifo del baño, hay que llamar al fontanero y así casi todas los meses. Nunca falta el corte de digestión literaria. Cuando ya consigo darle al interruptor que apaga ese sector del cerebro con los archivos de mis escrituras enciendo el de la observación ya que estoy por salir a la calle de vivienda hasta llegar a Policarpo Sanz. 
Lo primero es tirar la basura seguido por comprar el Atlántico y ponerme a caminar rumbo a mi cafetería de siempre en Pi y Margall después de unos minutos en el Paseo de Alfonso a contemplar la Ria. Reposo a tomar el café y leo las noticias locales. En esa media hora disfruto de las anchas aceras humanizadas esquivando los obstáculos diarios de perros sueltos, ejército de watsapperos, motos que equivocan la acera con la calle, alguna que otra furgoneta también despistada, y naturalmente los jubilados compañeros que nos conocemos porque somos los que siempre hacemos el mismo recorrido. 
Los breves segundos o minutos de saludo no cambian. Como está la salud, que buen o mal tiempo hace, saludos a la familia y a seguir. Vuelvo a casa y estoy preparado para el asalto nuevamente al ordenador. Esta vez está lleno de correos, han despertado en el Reino Unido y USA además de todos los ‘chats’ y ‘blogs’ al que pertenezco. Facebook me avisa de nuevos amigos. ¡Aún no he podido comenzar el último capítulo de mi nueva novela! Pero hay una diferencia en la rutina del año nuevo. Hemos tenido elecciones generales y todo está por cambiar. Hemos entrado en la segunda fase de la ‘reflexión’, la de ponderar, consultar con amigos, discutir con desconocidos, descifrar las declaraciones de los contrincantes y tratar de analizar y llegar a alguna conclusión de cómo va a cambiar esa rutina diaria al que estamos – algunos – acostumbrados. Aún no ha llegado el momento. 
Faltan muchos días de ocio, juerga, comilonas, alegría pero pronto se apagaran las luces de las calles, los Reyes Magos y Magas se habrán desvanecido y amaneceremos al día siguiente a encontrarnos con un gran cartel que nos dice: ‘¿Y ahora qué?

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