Opinión

Las rotondas de mi barrio

Observo entusiasmado desde el balcón de mi vivienda las curiosa construcción que se está llevando a cabo en la última rotonda que queda por inaugurar del grupo de la ya famosa calle de Rosalía de Castro y que, dado el tiempo que se está tardando, aunque últimamente se está trabajado contra reloj, tiene la pinta de ser una obra maestra. Al poder ser espectador desde un principio me recordó de otra famosa obra hace ya años que comenzó junto con la construcción del túnel de Beiramar y que todos conocemos cariñosamente como ‘La Paellera’. 
Pues bien, estimado/a lector/a, gracias a estar casi a diario durante esa época bebiendo mis cañas en el ya desaparecido bar ‘Joaquín’, también presencie la obra desde su comienzo. Vi la cantidad de tropiezos que dio durante la instalación, primero con fuentes que no funcionaron y luego unas esculturas en forma de delfines a su alrededor que más tarde desaparecieron para siempre. Cuando por fin quedó en lo que es hoy, Luis, el dueño de la cervecería me comentó, ‘parece una paellera’. Ya había escrito más de una vez sobre esta futura fuente que estaba tardando en ser acabada y al estar de acuerdo con Don Luis, escribí mi nota (aun la guardo) con el título ‘La Paellera’. Ha quedado grabado como apodo hasta la fecha. 
Al comenzar esta nota, como comprenderá mi amigo periodista Manu, me puse a rememorar melancólicamente sobre otras obras de rotondas, que he tenido la suerte de observar, personalmente, como comenzaron, como han terminado tomando en cuenta la influencia que han tenido los políticos en escoger tanto a los diseñadores como al tema para poder quedar grabado en la posteridad. 
Una de las primeras fue precisamente en la calle Rosalía con el cruce de República Argentina, obra de Don Armando Martínez - en granito - dedicada cariñosamente a la poetisa que ha dado nombre a la misma. Hasta aquí punto y aparte. Mientras tanto nos desplazamos a la de la rotonda de Isaac Peral que coincidió con la construcción del enlace de la calle Areal con la avenida García Barbón. Aquí hubo mucha polémica de qué tipo de monumento a no sé qué, sería lo más bonito. Pues, sin acuerdo quedo por fin en un bonito jardín con el busto de Don García Barbón que no solo no molestaba al tráfico pero es ahora una belleza de plantas, flores y el homenajeado. Años más tarde, volvamos a mi calle que por fin le tocó el turno de las famosas humanizaciones. Primer eslabón era el de la calle Oporto con un bonito ejemplar de Olivo. Pero el segundo en la línea de fuego, el que da con la calle Canceleiro, no tuvo tanta suerte. Una vez acabada la base, un buen día apareció Mr. Dinoseto pero parece que los responsables se equivocaron de ‘opera’ y a pocos días desapareció. En su lugar se instaló una obra de arte contemporáneo. Una especie de amasijo de hierros multicolores y según la prensa representaba a un monumento al agua. De chorros, cero patatero. No tardaron los vándalos grafiteros en poner su firma en un par de ellos, aunque pronto llegaron los ‘Men in Black’ y lo limpiaron. 
No sé qué otro tipo de ‘arte’ se usara en otras rotondas pendientes en nuestra ‘Cidade Fermosa’ pero por ahora el que se lleva la Palma de Oro es el de Coia dedicado a los ‘Mariñeiros’ de la ciudad. Me refiero al enorme pesquero botado en 1944 que aún sobrevive y que pertenece al Patrimonio Histórico Industrial de Galicia. ¡El ‘Bernardo Alfageme’!

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