Opinión

Geriátricos al volante

A veces. al escribir una nota al periódico volvemos a un tema ya cubierto, pero con nuevos matices o anécdotas relevantes. Es el caso de un acto que hacemos la mayoría de los ciudadanos de todas las edades permitidas, casi a diario y es el de conducir un vehículo, sea un camión, un autobús, un coche o una moto. Algunos son jóvenes con un carnet casi virgen, otros con décadas de permiso, los que han vivido en un ámbito local o en decenas de pueblos, ciudades e incluso distintas partes del mundo. Los que me conocen saben que mi vida profesional hasta la edad de jubilación fue recorriendo medio mundo y la acumulación de carnets de conducir de distintos países los guardo como recuerdo al igual que los pasaportes caducados y los álbumes de fotos. Sin embargo, el carnet de identidad tiene un reloj que nunca para. A medida que corren los años, esos tiempos de antaño, cuando los reflejos eran de joven, las carreteras de tercer mundo, los camiones a 80 kms/hora y los coches de poca potencia ya pasaron. Las nuevas generaciones, los adelantos tecnológicos y la masiva incrementación de carreteras, autovías, vehículos casi astronómicos ponen en evidencia que los que ya somos muy mayores, como todo en la vida debemos reflexionar seriamente si aún nos atrevemos a salir del garaje y afrontar el tsunami de metal con ruedas de todos los días. Empecemos con el mismo vehículo. Tengo un Polo que tiene 15 años, 65 caballos, poco más de 110000kms, bien cuidado, pero ya pasado de su umbral de vivaracho. Apenas pasa de los 110 en 5ª pero lo más sorprendente es que el tablero con los instrumentos ya es de otra época. Cada vez que cojo un taxi moderno me asombra la cantidad de cachivaches que tiene el tablero. Parece la cabina de un avión. Y lo peor del caso es que si quiero comprar uno nuevo, por mi edad, ninguna entidad me da crédito. Pasemos al mundo de la circulación. ‘Septuagenario atropella a un ciclista’ o ‘octogenario conduce en dirección contraria en la autopista’. Los medios ya nos ponen fecha de caducidad. Luego están los que tienen su coche de pijo de 40 o más años de antigüedad, generalmente un Mercedes y que siguen cogiendo el coche para ir al quiosco a comprar el periódico. Lo de caminar es de mersas. Menos mal que estos últimos están en declive porque una gran mayoría, y me considero uno de ellos estamos conscientes de que ya no tenemos las facultades para afrontar estos retos, especialmente en ciertas circunstancias en donde se necesita la máxima concentración detrás del volante como puede ser el éxodo masivo en época de vacaciones, durante días de climatología adversa, ejemplo lluvia o niebla, conducir de noche y lo más importante tener buena salud. Este último sector es el que ya está en estudio por las autoridades porque hay miles de geriátricos que creen que están capacitados a conducir, aunque sea unos kilómetros, pero en realidad ya les está fallando la vista, o tienen problemas serios de salud y sin embargo siguen empeñados en coger el coche sea cual sea la razón. ¿Toda esta situación es por el bien de la seguridad de la sociedad, pero que hace un señor o señora que le quitan el carnet por ser ‘no apto’ para viajar a cualquier lado? Dentro de las ciudades no hay problema. El PassVigo multiuso genial y mejor del mundo. ¿Pero que hace para desplazarse fuera de la ciudad? De acuerdo que hay trenes, autobuses, taxis, aviones y hasta barcos, pero cuestan dinero. Nos convertimos en minusválidos atrapados en el tiempo.

Te puede interesar