Opinión

Escocia, Brexit y Cataluña

El 18 de septiembre, 2014, acordado y aprobado legalmente por el parlamento británico hubo un referéndum en Escocia para votar si la autonomía seguía unido o se separaba como país independiente del Reino Unido. La campaña la comenzó en 2012, Mr. Blair Jenkins (¿Apellido gales?), un ejecutivo de la televisión escocesa. Durante todo el proceso se discutieron públicamente todos los temas que podrían afectar el futuro de los escoceses, desde agricultura al control de fronteras e inmigración, desde defensa y economía hasta la energía. No se dejó nada en el tintero. Ganó el ‘No’. En ningún momento se habló del tsunami que se avecinaba dos años más tarde llamado Brexit. Este otro movimiento que culminó en el referéndum en junio del año pasado comenzó hace poco menos que 20 años gracias a un político del partido ultra derecha UKiP, Mr Nigel Farage, un parlamentario europeo desde 1999, junto con su socio, Mr. Boris Johnson, hoy ministro de Exteriores. El lema principal era que durante todos estos años la Unión Europea era un club de burócratas inútiles que solo imponía mandatos anti-británicos exigiendo más dinero de las arcas de los contribuyentes para despilfarros. En otras palabras, que Europa les robaba. La campaña capitaneado por estos dos individuos se basó en que marcharse y cerrar la puerta era un acto simple, sin problemas y que el pueblo británico estaría feliz y comería perdices. Ganó el ‘Sí’. ¿Qué ha pasado desde entonces? Un año después, ya firmado el famoso artículo 50, que era el finiquito definitivo para el divorcio, y el comienzo de las negociaciones, absolutamente nada; 365 días de cero patatero. ¿Por qué? Porque cada frase de la letra pequeña de todos los temas a discutir se convirtieron en acciones mayores. Sumado a este fiasco existía la cláusula dentro del acuerdo de fecha de caducidad; finales de marzo del 2019. ¡Y se sigue sin firmar un solo acuerdo! Mientras tanto, dentro del mismo país, las broncas y las discrepancias políticas habían comenzado. Irlanda del Norte, la única zona del Reino Unido que tiene frontera terrestre con Europa (Irlanda país) está aun sin saber cómo llegar a algún tipo de acuerdo que no entorpezca el ‘Acuerdo de Paz’ que tantas décadas tardó en firmarse. Encima, el gobierno británico de Mrs. May está en minoría y aunque tiene el respaldo de la ultra derecha de Irlanda del Norte comienza a tener problemas internos, el éxodo de ciudadanos europeos y entre otros sectores, el tambaleo del estado de bienestar. Esto es la punta del iceberg de la plétora de consecuencias al que se enfrenta el gobierno británico con la retirada de Europa con temas que nunca fueron discutidos públicamente, y peor, nunca salieron en los medios de comunicación hasta después de la firma del divorcio. 
Volviendo a Escocia, los nacionalistas escoceses, después de consultar con la Unión Europea han decidido esperar hasta el 2019 por si vuelven a solicitar otro referéndum. Resumen, lo que todos creyeron se resolvería con la firma de un plumazo se ha convertido en una tarea monumental de reuniones, luchas, acuerdos y desacuerdos con la inevitable montaña de burocracia de todo tipo. Pasemos a Cataluña. Solo un consejo: ’Reflexión’. Los catalanes independentistas deberían tomar nota de todo esto y la importancia de informar a los ciudadanos sobre la ‘realidad’ de la separación de España. Hasta ahora son manifestaciones y propaganda revolviendo en el pasado. Hay mucho más en juego que la bandera y el idioma. El panorama mundial del siglo XXI exige unión y cooperación nacional por el bien de todos los españoles que incluye a los catalanes.

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