Opinión

El tren

En los últimos años, dos famosos presentadores de programas de viaje en tren en la televisión nos han abierto al mundo fantástico que rodea el recorrido de las redes ferroviarias desde los inicios de su construcción hasta los de los modernos trenes de alta velocidad. El francés Phillipe Gougler escogió sus trayectorias en gran parte del tercer mundo en donde aún funcionan algunas ‘especies’ construidos por nuestros tatarabuelos mientras que el ex político y medio español Michael Portillo, con una copia de la guía ferroviaria, repleta de historia del anterior viajero George Bradshaw escrito en 1913, sigue la misma trayectoria de éste por toda la Europa moderna de hoy. ¡Fascinantes programas de televisión! Desde muy pequeño me crié en el mundo de los ferrocarriles. 
Era la época en la Argentina cuando los británicos aun controlaban el sistema ferroviario que habían construido desde el siglo XIX. Vivíamos en las afueras de la capital en la zona de Lomas de Zamora con una de las estaciones a ‘unha carrerilla do can’ de nuestra casa. Como cualquier chaval travieso, durante las vacaciones cogíamos uno de los trenes, nos escondíamos en el cuartito del guardia, fumábamos un pitillo prohibido y nos bajábamos en la siguiente estación de ‘Banfield’. 
También recuerdo que mi padre jugaba al golf – que, por cierto, la mayoría tenían una estación adjunta a la casa club – en un campo llamado ‘Links’ en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Todos los fines de semana el ‘rápido de Bahía Blanca’ hacía una sola parada para coger a los golfistas antes de llegar al recorrido de cercanías que comenzaba con la estación de Quilmes. ¡Ah, qué tiempos aquellos! Sin embargo, me dejó para siempre un cariño a este tipo de transporte que sigo considerando como el mejor del mundo especialmente en los tiempos que corren con tanta incertidumbre de encontrarnos con un terrorista listo para hacernos volar por el aire. Salvo necesidad absoluta hace años que no viajo en avión. Les daré unos ejemplos. Cuando trabajaba en USA y vivía en Washington, mis viajes de negocios a Nueva York los hacía en AMTRAK, el equivalente a Renfe. Cogía el tren a las 6 de la mañana, un desayuno muy yanqui de huevos fritos y salchichas, una copia del Washington Post y a las 10 y pico llegaba a ‘Penn Station’ en el pleno centro de la ciudad. Otro. Desde los años 70 hasta los actuales cada viaje a Vigo desde Madrid, incluido mis años de cónsul, cogía el tren-hotel, aunque el famoso vagón de Wagon Lits con cena de gourmet ha desaparecido. 
Hace poco, cuando me invitaron a Manchester a recibir un premio literario por mi novela sobre la Argentina hice uno de los viajes más espectaculares desde Vigo a Bilbao. 11 horas recorriendo gran parte del norte y centro de España. Ahora toca el AVE y los Alvia y no ceso de usarlos. Últimamente mi mujer y yo hemos decidido hacer turismo tren/hotel en el gran país de Bregoan. Por ahora hemos ido a Coruña y Santiago, todavía tenemos pendiente Ourense y Lugo. ¿Os estoy aburriendo? Dentro de poco estará acabado el tramo desde Santiago a Ourense y Madrid de la alta velocidad. Aunque el viaje desde Vigo tendrá que pasar por la capital gallega con un aumento de 20 o 30 minutos os aseguro que los vuelos, perdonen la redundancia, caerán en picado. El mero hecho de la comodidad del viaje y de no tener que pasar por todos los puestos de seguridad en un aeropuerto, denme el tren cualquier día.

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