Opinión

El botellón de los políticos

Hace un tiempo que salió a relucir el escándalo de las ‘Tarjetas Black’ y había escrito en mi opinión semanal que lo de tener tarjetas de crédito de una empresa, institución, en este caso los bancos o incluso particular para ‘usar’ en gastos de representación, para viajes y hoteles no era nada nuevo. Personalmente tuve uno de American Express durante años. Eso sí, había que justificar los gastos con recibos, pero jamás me cuestionaron si eran de uso personal que desde luego nunca lo fue. 
Para los mal pensados es muy difícil presentar un recibo de un hotel que se llama ‘Casa Rosita de Japón’ con un gasto de cinco estrellas. Dentro de estos gastos, especialmente los últimos 4 años que trabajé para una multinacional norteamericana lo usé una multitud de veces para viajes en avión entre USA y Europa ya que estaba basado en Washington. Mis vuelos eran siempre en preferente y al acumular puntos podría, de vez en cuando viajar en primera. Dilecta leyente/a eran las épocas de bonanza, aerolíneas serias y aún no había nacido la plétora de compañías aéreas ‘Low Cost’. Era costumbre durante vuelos largos ofrecer comidas de 5 estrellas acompañadas de cualquier bebida tanto de refresco como de alcohol. Todo gratis. En el caso de la alternativa que era la clase turista, las comidas era similares y el acompañamiento era de lo mismo salvo el pago por el alcohol. Esto era la norma en todo el mundo hasta finales del siglo pasado. Pero llegaron los de la 7ª de Caballería de Irlanda, nació Ryanair y cambio el mundo. Trajo desde luego lo bueno y lo malo. Abrió las puertas a todo un sector de la población mundial más humilde dando la oportunidad de viajar - con tal de pagar por adelantado - por unos precios ridículos y gracias a la compra por Internet podrían por un módico presupuesto pasarse unas vacaciones en la Cochinchina por cuatro perras. 
Desgraciadamente le puso un gran tapón al sector de pago normal y poco a poco los ejecutivos, especialmente los de nivel intermedio como era mi caso tendrían que volar por lo menos en turista. No nos olvidemos que el precio viene ligado a la urgencia del viaje. Una parejita de tortolitos puede planear su viaje con meses de anticipación. Cualquier persona de negocios le es imposible. ¿Pero qué me dicen de los políticos? Estos tienen la mejor ventaja del mundo porque los viajes lo pagamos los contribuyentes con nuestros impuestos. Viajan gratis con dinero de la hucha de hacienda. No me dio más remedio que ampliar en este tema al ver la polémica que ha suscitado las llamadas de atención por los medios - algunos - de los viajes del actual presidente de la nación en aviones del estado - que son igual de costosos que contratar un avión ejecutivo - y la respuesta de una diputada ibicensa socialista de que el anterior presidente aumentaba el suministro extra de whisky y vino cuando viajaba en avión. Perdonen, pero esto es un insulto a la inteligencia.
 Todos los aviones del mundo cuestan un pastón desde el momento que comienza el vuelo hasta que termine y lo de la bebida de abordo es una miseria. ¿Pero la pregunta clave no es lo que hacen los máximos dirigentes del país sino como viaja la gran mayoría que tienen cargos públicos desde un diputado hasta el más simple concejal de un ayuntamiento? Tenemos el mejor ejemplo con Fitur, la fantástica feria de turismo. Viajaron todos. Preguntas. ¿En ‘Low Cost’ o preferente? ¿Con o sin whiskey o vino?

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