Opinión

Los carnavales

Llegan las fiestas del carnaval y una vez más hay juerga en la ciudad. Para nosotros, mi mujer – la gallega – y yo, es una fecha muy especial. ¡Es cuando nos conocimos! Había llegado a Vigo en marzo del 1957, fresco de la escuela de ingeniería del Cable Ingles a incorporarme a trabajar en la oficina en el edificio de Correos en la calle Reconquista. Como cuento en mis memorias, no esperaba este destino ya que mis padres estaban en Montevideo donde el Cable tenía una sucursal. Recuerdo que en esa época entre las sociedades sociales de la ciudad estaba el Club Náutico, el Mercantil y el Club de Campo, este último en la zona de Vista Alegre. 
El Aero Club existía como club de avionetas; aún no se había construido el campo de golf. Me hospedé en el enorme edificio conocido como ‘La Finca’ en la ladera del Castro. Fue construida en la época cuando había un gran número de empleados británicos. Compartí el piso de soltero con otro inglés llamado John Street. Al dominar el castellano no tarde en hacer muchos amigos de jóvenes gallegos y aunque en nuestro piso disponíamos de una empleada de hogar que no solo lo aseaba sino que hacía la compra y preparaba las comidas, muchas veces salía a comer o cenar con los amigos. Recuerdo los restaurantes como el Cendón, La Cueva, El Mosquito y uno que hace tiempo que desapareció llamado ‘Nuevo País’. Llegué a disfrutar de los magníficos marisco de la Ría. En esa época abundaban los camarones, las centollas y nécoras a precios asequibles sin olvidarme del pulpo y los exquisitos calamares fritos. Como me gustaba el atletismo, en mi tiempos libre me acercaba a entrenar en el estadio de Balaidos que tenía la pista alrededor del campo de fútbol. Ahí conocí al olímpico Carlos Pérez. Como la ‘Finca’ disponía de un campo de tenis, teníamos una buena relación con el Club de Campo jugábamos partidos amistosos cuando el tiempo lo permitía y al llegar el verano comencé a disfrutar de las playas. 
Llegó el invierno y con él comenzaron las fiestas de fin de año seguido por los carnavales. Es cuando cambia el destino de mi vida para siempre. Hubo un baile de disfraces en el Club Náutico y al ser socio allí fui a pasarlo pipa pero el conserje no me dejo entrar. Dijo que no estaba disfrazado porque llevaba vaqueros y una cazadora de cuero. Pensé por un momento y le dije que era James Dean. Me dejó pasar. JD era un actor americano que hizo 3 películas famosas, fue nominado para el Oscar 2 veces y falleció en un accidente de tráfico con apenas 24 años. Sigue siendo un icono del celuloide. Volviendo al tema. Entro y subo al salón. A los pocos minutos se me acerca una moza y me pregunta si era Jim o John. Soy Jim, le conteste. Estaba disfrazada de presidiaria con careta y todo. Más o menos una hora más tarde la saque a bailar y le pedí una cita. Aceptó. Como buen británico la llevé al día siguiente a tomar el té en la cafetería Marbella y al cine Fraga a ver el último estreno. Desde febrero a noviembre salimos casi todos los días hasta que me marché a Argentina a cumplir con el servicio militar. Antes de marchar le propuse matrimonio. Dos años y medio más tarde nos casamos por poder aunque el Cable me había trasladado a Chile. ¡Viva el ‘Entroido’!

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