Opinión

El calvario de ser español

Como comentó hace unos días mi amigo Manu, he decidido - ¡Por fin! – solicitar la nacionalidad española. Admito que esa decisión fue precipitada por los acontecimientos en el Reino Unido debido al nefasto resultado del Brexit al darme cuenta, como otros millones de Británicos lo que significa para nosotros encontrarnos dentro de un par de años, perdonen la vulgaridad pero con el culo al aire como ciudadanos extranjeros – ya no considerados europeos – una vez que cierren la frontera los ingleses para siempre jamás. Reconozco que no le había dado importancia hasta que me di cuenta de todas las ventajas de ser ‘uno más’ de este gran país con tantas virtudes y lo que es poder participar activamente para defender mis derechos como español. 
La primera vez que me dieron residencia fue en el año 1957, cuando Vigo aún tenía tranvías, la población era la mitad de lo que es hoy y Citroën apenas comenzaba a fabricar los dos caballos. Al aeropuerto de Peinador llegaban algunos aviones Junker de 3 motores, el puerto era un hervidero de pasajeros emigrando a latino américa, los berberechos se los daban a las cabras y los calamares fritos y un ribero costaba unas tres pesetas. 
Solo había dos cervecerías de barril, ‘Joaquín’ en Areal y el ‘Pasillo’ que aun funciona. ¡A tope! Conocí a mi mujer, me case y pocos años más tarde volví a residir en La Muy Leal con un aumento de familia, hijo e hija. ¿Pero a qué viene toda esta nostalgia? Pues bien, el momento que comencé el proceso de nacionalidad - por cierto tengo derecho gracias a haber residido como jubilado durante más de 25 años, estar casado con española y tener la residencia permanente – me encontré con una verdadera Caja de Pandora de requisitos. ¡A mi edad! El primero obstáculo fue solicitar una nueva copia de mi partida de nacimiento de Buenos Aires que ya no llevaba la Apostilla de La Haya. Segundo paso era solicitar el examen del Instituto Cervantes sobre los conocimientos generales de España. 
Es una especie de mini ‘selectividad’ con preguntas de todo tipo. Por ejemplo ¿Dónde está el museo de Guggenheim? ¿Quién es Penélope Cruz? ¿Quien reside en el Palacio de la Moncloa? ¿Son fáciles verdad? Pero hay que cumplirlo. Luego está la compulsación de las copias de todos los documentos esenciales que son, naturalmente, certificado de nacimiento del conyugue, de matrimonio, del pasaporte, certificado de penales de España y del país de origen. ¡Ay amigo! Este último esta aún sin resolver. ¿Porque? Me explico. Resido en España como británico pero nací en Argentina. Solicite al Consulado Británico por medio de su página web y hasta la fecha nada. Como están con el Brexit no hacen nada. Consulte a mi abogada y decidimos ir por la vía Argentina. Nuevo rumbo. Comencé a renovar todos mis documentos argentinos y gracias a la eficacia de la misma ya tengo mi DNI y pasaporte y cuando llegue el momento solicitar el certificado de buena conducta de Buenos Aires. 
Mientras tanto consulte, por si acaso, a las autoridades británicas en Londres sobre este maldito certificado de buena conducta o penales. Con eficacia británica me contestaron dos sectores, no sé si eran de Scotland Yard o MI6 pero la lista de posibles actos criminales que pudiera haber cometido eran páginas y páginas. ¡Wow! En resumen, tendría que viajar a Londres y pasarme una semana buscando mi pasado por si hubiera algo oscuro. ¿Y la multa de tráfico de hace 30 años? ¿O haber sido sindicalista en los años 60? Todo esto paso por mi mente.’ Continuara… 

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