Opinión

Polémicas educativas

La forma de combatir la desigualdad en la educación ofrece diferentes recetas porque afortunadamente no hay un solo camino ni una única solución para esta cuestión. En Nueva York, por ejemplo, la polémica está servida en las propias filas del partido demócrata. Nada menos que el alcalde De Blasio y Moskowitz, promotora de escuelas autónomas de financiación pública, discuten abiertamente acerca de la mejor fórmula para luchar con resultados positivos ante la preocupante desigualdad que se aprecia entre chicos de color e hispanos en la educación básica de Nueva York. Da cuenta de ello en un reciente servicio de aceprensa Fernando Rodríguez-Borlado.
En efecto, el alcalde es partidario de aumentar la cobertura gratuita de la educación preescolar para lo que plantea un impuesto que grave a las grandes fortunas de una de las ciudades más ricas del mundo. Por otro lado, Moskowitz abandera su causa en pro de la lucha contra la desigualdad exhibiendo los resultados de sus escuelas. Unas escuelas situadas en zonas desfavorecidas y habitadas sobre todo por minorías étnicas. Por sorprendente que parezca, los resultados académicos obtenidos por los estudiantes de estas escuelas en los exámenes nacionales, nueve de cada diez son de color o hispanos, están entre los mejores del Estado. Obtuvieron un 82% de aprobados en matemáticas y un 58% en lectura, cuándo la media de la ciudad se encuentra entre el 30% y el 26% respectivamente.
Mientras que el alcalde quiere eliminar los rankings de escuelas, Moskowitz los considera un importante instrumento de transparencia. El alcalde se quiere cargar las evaluaciones a los profesores y Moskowitz aboga por su mantenimiento. Mientras que Moskowitz es partidaria de que los puestos de directores se reserven a gestores profesionales, el alcalde quiere que estén en manos de los profesores. Y, en relación con el destino del dinero público, el alcalde plantea extender la educación infantil, mientras Moskowitz insiste en aumentar la ratio alumnos-profesores y dedicar el ahorro a la tecnología educativa.
El alcalde defiende a capa y espada al todopoderoso sindicato de profesores públicos y Moskowitz no duda en endosarles la culpa de los males de la educación en Nueva York. Para Moskowitz, el sindicato de profesores es un gran aliado del inmovilismo, un freno a la innovación educativa y un defensor a ultranza de los intereses de los profesores a costa de los alumnos. El sindicato, como en otras partes del mundo nada alejadas de nosotros es reacio a cualquier forma de evaluación de los profesores, al establecimiento de rankings de colegios o a la retribución en función del desempeño profesional.

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