Opinión

La verdad os hará libres, con un empujoncito

Tengo en mi despacho una clásica “Nácar Colunga” –por los autores Eloino Nácar Fuster (+) y Alberto Colunga, O.P. muerto también por los años transcurridos-, Sagrada Escritura que se editó en 1959. También me acompaña una edición en gallego, de “As edicións do adro. Sept”,  segunda edición de 1992, tres años después de la primera. En el evangelio de San Juan, 8.31.42, les decía el Maestro a los judíos que habían creído en Él, “(…) Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos mios y conoceréis la verdad, y la verdad os librará (…)”. En “Sept” se luchaba por el idioma y en la editorial y en otros campos dio la batalla el recientemente fallecido Alfonso Zulueta de Haz, que tuvo que dejar la presidencia del Consello da Cultura Galega por la verdad. Zulueta era católico, como su máximo colaborador  “Kiko” Dominguez, director de la Fundación Penzol. Dos creyentes que en todo momento buscaron, uno aún busca, la verdad. 


En todo caso no es esta la verdad que nos interesa ahora, por importante que la reconozcamos hoy. No es la que va de la mano de la fe, sino la aliada de la ética, de la responsabilidad, de las intenciones rectas, ver a los otros como iguales, cualesquiera que sea su religión, su ideología, su color…Me inicié en el Periodismo en la Academia de preparación para ingreso en la Escuela Oficial, centro de enseñanza aquel que pilotaba Luis María Ansón, al menos en el curso 1958-1959,  que debió ser cuando estuve en sus aulas. Luego hice dos cursos oficiales en la Escuela, sucesivamente en las sedes de las calles Zurbano y Capitán Haya y  el tercero y la reválida por libre, ya residente en Vigo.  No me atrevo a señalar cuáles eran mis compañeros en la Academia o en la Escuela, tengo que darlos mezclados, como los recuerdo.  Estaba  Darío Valcárcel, de la órbita de Ansón, en 2017 columnista en “ABC”. También José María Suasi de Blas, falangista no sé si con carné o sin él y me parece que era funcionario de la administración central. Estaba la fallecida María Jubilia Fernández Bustamante, “Juby”, de quien escribi aquí cuando murió y que estuvo al frente del gabinete de Cultura, según la Asociación de Periodistas Europeos, que supongo se refieren a la Comunicación, que llevó también en el Museo Thyssen.  De otros dos compañeros no hay nada en Internet, o no lo he encontrado,  yo  tengo presentes a Rafael de Góngora  como ecuánime crético literario, ya fallecido, y a Jesús Espejo como confeccionador de prensa o revistas, que llamaríamos  diagramador hoy. Alfredo Amestoy pienso que lo hemos mencionado aquí, fue alumno de la Escuela Oficial de Periodismo y no me consta que lo fuera de la Academia de Ansón. Supongo que hay que elogiarle porque cuando le sonreía el éxito dijo que tenía que mejorar su formación.  De los alevines de periodistas y algunos también escritores, por lo que sé por el trato diario, constituirían una maestra en pequeño de lo que es hoy  la sociedad española. Por cierto no era habitual que un fotógrafo acudiera  a las clases de los de la máquina de escribir de los primeros setenta. Nosotros teníamos a un hombre de cámara, Donis, que temo me salte alguna letra del apellido de este colega.


Hay sin duda muchos periodistas ejemplares, pero voy a fijar mi atención en dos de ellos, uno vivo, Iñaki Gabilondo, enseña del “Grupo Prisa” y ahora mas en la televisión que en la radio, y Manuel Leguineche que, como dice el editor Bieito Ledo, tomado de otro, “(…) durme fora da casa”. En el caso de “Manu”, desde enero de 2014. El caso del que fue hombre imbatible en los micrófonos de la SER, intervino un mes de octubre para inaugurar el Grado en Periodismo de la Universidad Europea. Dijo algo tan inteligente como que “La ética es lo único que garantizará el futuro del periodista (…) “Manu”, en una charla para la “Revista”de “El Mundo”, este  vasco estuvo entre rotundo y tierno: Le aluden al ruido de la televisión, el sonique y responde así ”(…) Me recuerda a los antiguos países del Este de Europa: siempre había una música puesta, la gente tenía miedo a la soledad, y a las palabras porque hablar es subersivo.


Quien haya escuchado a los  periodistas en formación dar sus preferencias de fututo profesional perfecto, o editoralista o reportero. Al menos desde 1974, el ideal de cualquier escribidor. 
 

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