Opinión

La radio con la que crecimos y escapamos de la vida real

La radiodifusión  española ha pasado de las cocinas a los despachos de los gerentes. O en otras palabras, de tener una audiencia eminentemente femenina, con gran presencia de las amas de casa, y muy poca de las clases dirigentes, a que desde directivos de empresas a profesionales liberales, dediquen algún momento del día a escuchar lo que dicen con la ayuda del receptor. 
En ese nuevo sesgo de la audiencia se le debe mucho, reduciendo los ejemplos a uno solo, a la célebre “noche de los transistores” (23 F de 1981), en la que tuvo un mérito especial, José María García. “Butanito”, así le llamábamos en la Escuela Oficial de Periodismo en los últimos años cincuenta. Le plantó cara al bárbaro teniente coronel Tejero y sus mariachis, que no rasgueaban en sus guitarras una ranchera, sino una marcha militar. Muchos se tranquilizaron, y dieron por hecho, gracias a aquellos mensajes, que la mayoría silenciosa y demócrata éramos muchos mas que los malos, como se demostró en una manifestación de seguido. Aquellos  días del golpe fallido, se hizo evidente. A la radio de pilas debió hacérsele  un monumento, que el medio alcanzó su mayoría de edad el 23F y fue la madre, que no madrastra, de tantos aparatos portátiles que emiten sobre todo  música, que el móvil y sus secuelas juegan en otra división.
A dos figuras de la radio le debe mucho el mundo de la comunicación  José María García y Encarna Sánchez  son ellos. Se puede aceptar que eran, una fallecida, el otro en el retiro dorado, soberbios ante el  micro, ególatras, quizá hasta despectivos para la gente del común,  pero dieron un empujón memorable a la audiencia radiofónica. A  una hora nocturna despreciada cuando ambos llegaron, en tiempos distintos y distantes entre sí, le sumaron un número millonario de radioescuchas. El impacto  de la radio de noche, no hay que medirlo por lo que han progresado en el Egm, Estudio General de Medios, que medía y mide  las audiencias. También cuenta que miles y miles de los escuchantes nocturnos, mantengan por la mañana el mismo dial, que aportaban audiencia a la mañana siguiente, cuando Iñaki Gabilondo en la Ser o Luis del Olmo en la Cope eran los reyes de la radio matutina. 
Nos retrotraemos en el tiempo.  A mis 10 o 12 años, mi dios era Bobby, que le faltaba una consonante para el bueno, bonito y barato. En los primeros 50,  mi  ídolo Joaquín Peláez, que creo no estaba en el reparto de un serial de ciencia ficción, “Diego Valor”, muy seguido por infantes –de infancia, no de realeza- y también por pollitos. Detengámonos ante el vocablo: la mayoría de los diccionarios en papel que conozco, dicen del pollo que es la cría de la gallina, pero hay algunos que le dan otro sentido a la palabra, ejemplo el de es.thefreedictionary.com. Dice, en primer lugar: “Pollito, a. s.coloquial  Niño o niña de corta edad” y en segundo término “Pollito, - ta.m.f. Dim. De pollo. Niño de corta edad”. Dos por el precio de una, que a continuación el mentado Diccionario, da de pollito, en el apartado de Traducciones,  ”pollito de un día” la versión inglesa “Day-old chick”.
Esos pollitos a los que empezaba a picar la  barba en la cara,  iban a  conocer a Diego Valor, un personaje extraterrestre, que a mí, un poco mas joven, me interesaba mucho.  Íbamos a Radio Madrid, cabecera de la Ser, en Gran Vía 32, para ver figuras, no solo Peláez, sino también Bobby Deglané, José Luis Pecker, Juan de Toro, “Caja o dinero” era su espacio.
Para mi aquel Peláez de años 50, con algunos kilos mas de los normales, hacía algo para los chavalitos relacionado con Diego Valor, pero no consigo documentarlo.  Su mayor éxito fue, sin duda, “Operación Plus Ultra”, que premiaba con un viaje de sueño, ¡si algunos hasta eran recibidos por el Papa en el Vaticano!. Eran niños buenos, héroes muchas veces, en unas ocasiones porque habían compartido su merienda con un pobre o salvado a otro niño de ahogarse en un río tenían derecho al viaje, los regalos consiguientes. Residía servidor en Pontevedra en los años 1963-1964, año y medio en total, el alcalde era el todo terreno de la Cultura y el Patrimonio Xosé Fernando Fillgueira Valverde y todos los pontevedreses olíamos el cheiro de Celulosas.
Tengo que hacer un canto a un revolucionario de la radio de los primeros sesenta,  Alberto Oliveras.  Llevó a la radio la creación  de la tele, el reality show, que no es otra cosa que presentar a la gente del común viviendo hechos reales pero de cara a los demás. Aquel tiempo de radio se titulaba “Ustedes son formidables”, equipo en el que estaba un vigués profesional  como la copa de un pino, de nombre Francisco Javier Pérez Gil, “Chuco”  para todos, que se fue a Venezuela en los primeros setenta, y allí se murió al paso de los años y los triunfos, supongo que también alguna frustración.  Eran de la Ser, como Bobby, Pecker e Iñaki, por supuesto.
Hoy, miércoles, para ustedes que leen esta sección el jueves, la radio es noticia, “Los 40”, el gran musical de la Ser, anuncia un video de  Paquirrín, donde “El parecido razonable entre Paquirrín y Ryan Gosling que le petará la cabeza”. Sea.
Recuerdo la radio de los cincuenta, y serán muchas las gratitudes por  habernos evadidio de la asfixiante realidad.
 

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