Opinión

Cunqueiro, al hospital y Casares pierde su tren

El viernes 27 de enero, Atlántico anunciaba el propósito de la Alcaldía de darle el nombre de Carlos Casares a la rotonda de la Vía de la Hispanidad. No parece que haya las discrepancias que se produjeron cuando se decidió ponerle el nombre de Álvaro Cunqueiro al macrohospital que hoy recibe críticas negativas, quizá algunas más, ¿por qué no decirlo?, muchas más que aplausos. Y es que en cuestión de nombres, casi todo es discutible. Aunque llegan los papás, después de barajar diez nombres, y deciden lo mismo que han hecho antes otras parejas, sin darle tantas vueltas o copiando de otras familias. Recuerdan a un buen número de emigrantes retornados de hace cincuenta a treinta años, que montaban una taberna en zonas saturadas de ellas.
Cuando el buen Padre Seixas entró al tema, sacó aquel libro-guía de los “400 nomes galegos para homes e mulleres”. Para dar y tomar. Era 1977 y en la portada aparecía una pila bautismal. Las cuatro décadas transcurridas no han hecho decaer el  ánimo a la animosa gente de la editorial Sept, en la que siempre he reconocido una de las mas firmes vanguardias de la galleguidad, junto con otras editoriales domiciliadas en Vigo. Detrás de esa marca, “Kiko” Domínguez, que vuelca también su trabajo en la Fundación Penzol, corazón y vida de la Casa Galega da Cultura. Alfonso –que tiene nombre de Rey Sabio, el X- de apellidos Zulueta de Haz, con sus raíces en  algo tan gallego como es la conserva, que dio fe como notario y además de la Fe, Esperanza y Caridad del cristiano, se ha prodigado en la vanguardia de la galleguidad. No solo cuando estuvo al frente del Consello da Cultura sino que es presidente hace años de la citada Penzol, la herencia de esfuerzo y sacrificio que les dejó Francisco Fernández del Riego, ese imperio de cultura da terra. En el caminar de Zulueta, no siempre fácil, estoy seguro de que María Teresa, su esposa, le ha ayudado desde la independencia. Ella es una trabajadora sin descanso por las causas de solidaridad, en las que también se mueve su marido.
Decía lo de la pila bautismal porque no cree servidor que hoy la sociedad sea mayoritariamente católica sincera y hasta las entretelas. Llevar a un niño que va creciendo,  al  Bautismo, la Comunión y la Confirmación, me temo que en no pocos casos es más un acto social, importa sobre todo el banquete. En la España de los 1940-1955, la Primera Comunión no tenían otra fiesta profana que un chocolate con churros.
Volvamos por los nombres. En un pueblo del que no quiero acordarme, me encontré con una mujer mayor, Emérica, que en Internet  no aparece por esquina alguna una persona a la que llamen de tal modo. Ricardo Mella, del que hablamos hace una semana en “Viaje al pasado de Vigo”,  que fue director gerente de Tranvías Eléctricos de nuestra, le puso a su hija mas conocida Urania, sin duda por el planeta Uranio. No tenían otra fama –sinónimo  de nombre-  que poner a los bebés, ella hija de ácrata.
Otra de nombres en una edición muy especial  de Sept, “A Biblia”.  Siempre he llamado salvapáginas a esos cartoncilos, plásticos y hasta metales con publicidad, que se dejan en la última pagina que has leído del libro. En  los escritos de los Apóstoles, en lengua gallega, conservo un guardapáginas con nombres que tienen tanta antigüedad como los evangelistas: Daniel, Ester, Ezequiel, Isaías, Lucas, todos me suenan pero no veo en derredor un  Malaquias o un Miqueas, creo que menos frecuentes. El caso cumbre es el de Filemón, que tiene su vertiente cristiana, pero es difícil no asociarlo a Mortadelo, con una sonrisa.
Hemos dejado abandonados a Álvaro Cunqueiro y Carlos Casares, que los siento en el cielo de los escritores, todo adornado de palabras llanas y  agudas –de agudez, por supuesto-, de comas y de puntos de sutura, desde que a un hospital vigués le pusieron el nombre de Cunqueiro. A la diestra de ambos, los patrones de Mondoñedo, San Rosendo, y de Ourense, San Sebastián. Álvaro adivinando el futuro con el tarot,  de aquellos a los que acaba de franquear la puerta San Pedro, y  Carlos invitando a viajar en uno de los trenes de juguete de su colección a todos los inquilinos del cielo que pesen menos de cien kilos, no sea que le destrocen su ilusión,  que en sueños Casares camina sobre vías férreas. ¿Y por qué, en lugar de a una rotonda, no le ponen su nombre a la estación del ferrocarril de la Oliva, o a la locomotora que, deslizándose sobre los versos de Curros, hizo por vez primera el viaje desde Vigo al Ourense que baña el  Miño?
Casares ha hecho méritos para que no le hagan perder el tren. Cunqueiro ha hecho méritos para dar su nombre al flamante y criticado hospital. Galdrumeiro –goloso en castellano-  era el amigo de Merlín. Pregunten  al Rey de las tartas de Mondoñedo, que todas las noches, el Monarca pasa frío bajo el banco desde donde el escritor  se relame antes de que el dulce le llegue a la boca.
Hoy mismo, miércoles primero de febrero, cuando escribo, el sitio digital vasco Artezblai.com, informa del estreno en esta fecha de un Premio Álvaro Cunqueiro, “Soka”,de Mikel Gurrea. Es una actividad mas del proyecto “Nuevas dramaturgias”, proyecto creado por 2016. Todo con el sello de Euskadi. 
 

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