Opinión

¡Ay qué vivos, los ejecutivos! triunfantes en 1969

Hace pocos días, el Centro Dramático Galego representó en Vigo el  “Tartufo” de Molière. A pesar de todo el mérito de los de esta tierra nuestra, nada que ver con la adaptación de Enrique Llovet, un clásico en este género de echarle carne propia al guiso teatral de otro cocinero, que en realidad eso es adaptar. Los que en 1969 no habían ido al teatro a ver a Marsillach  bordar el papel de protagonista, parecían enterados a fondo del asunto  y encontraban la sombra del Opus Dei en la pieza teatral y sobre todo en el estribillo de la canción de María Elena Walsh: “¡Ay!, ¡qué vivos son los ejecutivos!, qué vivos que son, del sillón al avión, del avión al salón, del harén al edén siempre tienen razón y además tienen la sartén, la sartén por el mango y el mango también”. 
O sea que de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española (RAE), según la tercera acepción  de la sartén por el mango, es “ser dueño de la situación, poder decidir o mandar”.
“Y en eso llegó Fidel”, la canción de  Carlos Puebla, aquel de Sierra Maestra, hijo de gallego de Láncara, que ahora se ha ido. Cuando la invasión de las barbas, y ya estaba en política el de Vilalba, o sea Manuel Fraga, que mediados los sesenta, como ministro de Información y Turismo, lanzó el eslogan turístico “¡España es diferente!”. Por entonces, desde luego  que eramos la única dictadura que recuerde servidor en el mundo civilizado. 
El “Tartufo” de Molière  ya le costó un disgusto al autor, puesto que le suspendieron la representación en su tierra, cuna de las libertades en Europa. Aquí, en 1969 no se llegó a tanto, quizás porque el censor estaba dormido pero muchos jerarcas del Régimen se indignaron con la adaptación. 
Fraga, como el cartero casi siempre llamaba dos veces, o pedía sitio para tener una peana en la que destacar. En 1966 actuaba de ministro, de Información y Turismo, con el lápiz rojo en vigor para la Prensa y todo lo que se pareciese: El censor, que hasta Cela lo fue, cortaba por aquí y por allá como el sastre de las esencias de la democracia orgánica; por órganos ovoides que dice un amigo. El de Vilalba cambió el lápiz rojo por el depósito previo, y  la paliza que le podía caer al periodista e incluso al patrón podía ser de órdago, anduviera “pola banda de Laiño” o “pola banda de Lestrove”, que dice la cantiga .  
Aquel cambio en sus dos tiempos, lapicero y depósito, lo viví en el diario El Alcázar, de Madrid, desde el l final de 1964 hasta el verano de 1966.  En 1977 conocí una situación semejante en la Radioi en Vigo, ¡medio mas maltratado todavía! En lo que a mi me consta, todos los compañeros que tuve en  aquel diario, en los currículos, textos periodísticos, etc., matizan que trabajaron para  PESA. Era la empresa que explotó aquel negocio varios años. Se le había arrendado la Hermandad del Alcázar, gloriosa gesta se decía en tanto vivió el franquismo. Fue una resistencia numantina en una suerte de castillo toledano, con un militar, Moscardó, que mandaba a los nacionales y hasta sacrificó a su hijo en aquella guerra incivil.  La Confederación de ExCombatientes, que venía a ser lo mismo que la Hermandad, terminaría por liquidar el contrato, porque no cumplía sus principios, ¡claro, eran incompatibles!, unos defensores de la democracia orgánica y otros de la inorgánica, que estos intentaban conquistar en la calle o en la Prensa clandestina y otro foros. Orgánica, dice un amigo, como los órganos ovoides, o sea por narices, dicho en horario infantil.
Desde fuera se decía que PESA era una empresa de la Obra de Dios, el Opus.. Y estos eran considerados el diablo con cuernos, como los ejecutivos del “Tartufo” de Llovet-Marsillach. En El Alcázar de 1964 conocí a José Luis Cebrián Boné, el director.  Este, evidentemente del Opus, también lo era Juan Pablo Villanueva, editorialista. Mi relación con ellos y con otros que suponíamos Opus Deinos, disculpas  por el vocablo ya empleado por otros antes, ese vínculo era profesional puro.
He tenido otras relaciones con personas que siguen al fundador de la Obra, Escrivá. En Vigo, Cristóbal Antón, yerno de Enrique   Lorenzo, fundador de Vulcano, aquel promovió los Colegios de  Fomento. En Madrid, dos colegas en esta profesión nuestra, fuimos asesores externos de Carlos del Portillo, director general de un Gobierno franquista y hermano de Álvaro, jerarca del Opus que llegó a beato. He tenido mas estrecha relación con Jesús Guillermo Rodríguez Gil, abogado que ha ejercido en Vigo, que en la vida política el puesto mas alto que desempeñó fue la Dirección General del Instituto Social de la Marina con UCD. Todos ellos buena gente, ejemplares de comportamiento y sentimiento.  Claro que en la Obra, como en cualquier colectivo, habrá otros con los que no convenga nada andar con ellos mas de dos pasos. Y que conste que nunca, ni siquiera de pensamiento, he sido del  Opus Dei,  pero respeto a los que lo son.
El lunes pasado, el Prelado del  Opus Dei, monseñor  Echevarria hacía pública una carta sobre el Adviento. Advierte del riesgo de atolondramiento, que nos lleve “a hacernos perder el enfoque de que el Señor se halla muy cerca”.
 

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