Opinión

Boca a boca, si va a oreja es catalán hasta las cachas

El único boca a boca que conozco es uno de los mas socorridos primeros auxilios. Se aplica mayormente a personas que son sacadas del agua, sea de mar o de piscina, con síntomas de haberse ahogado o estar a dos pasos de ello. Aparentemente  graves e  incluso muertos, todos sabemos que está técnica de respiración inducida  ha salvado muchas vidas. Otro boca a boca tiene que ver con el amor, pero esta acepción de la frase no creo que figure en los diccionarios.
La denominación boca a boca se emplea también para los casos de comunicar algo, interpretación que personalmente rechazo cualquiera que pudiera ser la opinión de los académicos de la Española. Lo que define meridiana y rotundamente el hecho de transmitir una información es boca a oreja o, si acaso, boca oído. Esto me parece menos auténtico porque hay que pasar necesariamente por la oreja para llegar al oído.
No he dicho en ningún momento, ni ahora ni fuera de este rincón de papel, que decir boca a boca sea incorrecto.  Los que confían en fundéBVA –de lo mejorcito, oiga, para escribir o hablar bien-  recurren a esa fuente para dar autoridad a su criterio: “Lo correcto es boca a boca (con valor advervial de boca en boca). De boca a oreja tal vez sea un catalanismo. Y mal traducido, pues bocaorella en todo caso sería boca oído. No estoy a favor, en el caso que nos ocupa, de las reglas impuestas al idioma, sino con ese bocaorella que pone en valor  que las palabras respondan a los hechos que definen. 
Se puede mirar y no ver. O en el caso de oir. Se puede oir sin escuchar. Hace tiempo que no lo sigo, pero seguro que “Radio Nacional” mantiene en antena, en las mañanas de los sábados y domingos, a  Pepa Fernández, con su “No es un día cualquiera. Rompió moldes hace mucho tiempo: Un día decidió dejar de hablar de oyentes  y les tildó de escuchantes. Claro, ella quiere que la escuchen, no solo que la oigan. El que solo oye puede no enterarse de la misa la mitad, no informarse. No nos conviene quedarnos en  oir y mirar, sino llegar al ver, y escuchar. Pancracio Celdrán, catedrático y persona capaz de hacer divertido hablar del idioma, nos atiborraría de argumentos para la tesis que defiendo, en antena o fuera de ella.
Celdrán es autor de un libro muy socorrido, “Las 10.000 maneras de insultar en España” las agotaría uno que yo me sé. Explican en el sitio digital que desde los insultos “(…) destinados a ladrones y maridos aparentemente engañados; chulos destemplados, soberbios montaraces, granujas disculpables o pobres hombres arrinconados por la vida (…)”. Relación que me recuerda algunas de las numerosas mejores  páginas de los pillos del siglo de oro.
 Conocí un día a una  “boquita de piñón”, de soltero por supuesto, pero era desconcertante, porque no daba piñones, como los perales no dan manzanas o los olmos no dan Luis del Olmo, con mujer gallega y retirados los dos hace tiempo. 
Y una aclaración necesaria, ¿qué es cachas?  Cualquier diccionario le da la respuesta correcta. Así, literal: “[persona] Que tiene un cuerpo fuerte y los músculos muy desarrollados. : Lo importante es practicar deporte y no solamente ponerse cachas.
Si tiene ganas y hace el ejercicio apropiado, deporte y ya sabe: Lo importante es ponerse es hacer deporte y  no solo estar cachas.

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