Opinión

La historia de Adou

Alí, un hombre joven, natural de Costa de Marfil, con estudios, que habla varios idiomas, llegó a España en una patera huyendo de la miseria. Sus hijos quedaron en Costa de Marfil al cuidado de la abuela. Encontró trabajo y disponía de todos los requisitos para la reagrupación familiar: un empleo estable, tarjeta de residencia y una vivienda adecuada. Además, la abuela falleció y los niños estaban solos. Por tres veces se la denegaron porque le faltaban 56 euros en ingresos. ¡56 euros entre sus ingresos y la exigencia oficial! Una mala interpretación de la ley, como ha reconocido hasta el Defensor del Pueblo, pero una interpretación que cerraba las puertas a la esperanza.
A pesar de todo, pagó a una red ilegal para que les trajeran a Madrid en avión. Pero a Adou le dejaron en Marruecos y aunque le prometieron al padre que cruzaría la frontera en un coche con un "responsable", llegó en una maleta, en posición fetal. "Hola, soy Adou", les dijo a los guardias civiles en un excelente francés. Su madre lo vio por televisión y Alí fue detenido por inmigración ilegal, perdió su empleo y se enfrenta a una petición de tres años de cárcel. Ahora vive en Bilbao y sobrevive con trabajos ocasionales. La madre, que no habla español, ante el miedo a quedarse sola en España, se ha refugiado en París donde tienen amigos y familiares y donde los niños están escolarizados en su idioma.
"Me llamo Adou. La verdadera historia del niño de la maleta que conmovió al mundo" (Editorial Planeta), la ha contado ese excelente periodista que es Nicolás Castellano. Un periodista comprometido, de raza, que cada día nos hace vivir las tragedias y las esperanzas de tantas personas que huyen de las guerras, del odio, de la persecución, de la miseria, de la desesperación. Cientos de miles de personas a las que Europa les ha cerrado las puertas. La historia de Adou, como dice Nicolás, es la historia del fracaso de Europa, incapaz de acoger ni siquiera a los 160.000 refugiados a los que prometió asilo. La Unión Europea ya ha dicho que se conforma con dar asilo al 25 por ciento de esos 160.000 mientras paga a Turquía para que mantenga retenidas en campamentos infames a millones de personas. Pero es también el fracaso de todos y cada uno de nosotros. Como Castellano dice, "¿en qué hemos convertido las leyes de extranjería para que un niño acabe metido en una maleta? 
La hipocresía de esta sociedad es absoluta: ningún futbolista africano tiene problemas para venir a España. Tampoco un técnico que quiera contratar una gran empresa. A los perseguidos, a los pobres, a los que huyen les ponemos muros y aplicamos las leyes de extranjería con el máximo rigor para que tengan que recurrir a las mafias o arriesguen su vida en una patera para acabar en ese inmenso cementerio que es el Mediterráneo. Nicolás dice, con razón, que se conforma con que Europa haga algo para acabar con los conflictos que asolan Nigeria, la República Centroafricana, Sudan del Sur, Somalia, también la guerra de Siria y evitar, al menos, que miles de niños mueran de hambre cada día. Lean el libro, activen su conciencia y no permitan que se imponga el discurso del miedo.
 

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