Opinión

Pensamiento cero, ignorancia supina

No hay un debate serio, de fondo, sobre casi nada. Casi toda la cultura es kleenex, de usar y tirar, de 140 caracteres, sin ideas brillantes, alternativas, provocadoras. En la política, sin duda alguna porque cuando se debaten los asuntos que ocupan las primeras páginas de los periódicos -la anexión de Crimea por Rusia, parapetada en un referéndum con soldados armados en las esquinas; el futuro de la justicia universal; la política de inmigración y el cierre imposible de las fronteras del sur; la voluntad secesionista del gobierno catalán burlando las leyes, por no citar otros muchos- las respuestas, si las hay, nunca afrontan el fondo del problema, sólo lo rozan superficialmente. Todos, los ciudadanos, los políticos nacionales o europeos, los líderes del mundo como Obama o Putin, esperan simplemente que aparezca otro nuevo asunto que aleje definitivamente el anterior como si no hubiera existido. Y los ciudadanos lo aceptamos. ¿Alguien recuerda que ha pasado después de la invasión de Libia, qué sigue sucediendo en Siria o cómo sobrevive Lampedusa, después de la tragedia? Vivimos el instante y olvidamos la esencia. El mundo camina, pero no se detiene a pensar. 
El pensamiento se ha sustituido por la acción, aunque no conduzca a ninguna parte. La reflexión se ha cambiado por un twit que aspira a ser "trending topic" durante diez minutos: Las ideas han dejado paso a las descalificaciones. Los programas a los resultados. La Universidad busca desesperadamente más alumnos matriculados y más másters, pero no más cultura, más reflexión y más debate. La desregulación se ha convertido en una religión que deja de practicarse cuando interesa que el poder controle todos los recursos. No hay filósofos ni pensadores y si existen están escondidos debajo de las piedras o han sido sustituidos por tertulianos que gritan y que hablan de lo que no saben. 
No se enseña a pensar en los colegios ni a discrepar, a tener ideas propias, a ser autocríticos. Después, tampoco. Uno de los pocos filósofos que escriben en los medios y que están activos, Francesc Torralba, se queja de cómo han sido relegados los estudios humanísticos en la educación y denuncia "con temor y temblor la ignorancia supina de los nuevos universitarios en materias como filosofía, literatura universal, lengua y cultura bíblica Universitarios que no han leído los referentes de la civilización occidental, ni siquiera saben escribir sus nombres. Estamos hospedando jóvenes en la Universidad que no disponen de las herramientas elementales para descifrar lo que hemos sido como civilización". Muchos alumnos, añade, llegarán, llegan, a las aulas "sin tener la menor idea de quiénes fueron Sócrates, Platón, San Agustín, Pascal, Descartes o el mismo Nietzsche". ¿Para qué si no juegan al fútbol ni están en Facebook ni han inventado nada en el ciberespacio? 
Existe una brecha social cada vez más grande, pero también una brecha humanística que da ventaja a los que detentan el poder. Es fácil mover a una ciudadanía gregaria; es imposible derribar a los que son capaces de pensar por sí mismos. Por eso han fusilado la filosofía y la ejemplaridad.

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