Opinión

La exigencia de la Semana Santa

Millones de españoles están de vacaciones. Vacaciones de Semana Santa, no unas vacaciones más. Estos días de descanso son la conmemoración de un hecho histórico que ha marcado la vida del mundo, también la de Europa y la de España, de una manera imposible de borrar, aunque algunos lo intenten con denuedo. La Semana Santa es la conmemoración de la muerte y resurrección del Hijo de Dios. Ese hecho ha impregnado los cimientos y la vida de nuestros antecesores y de nosotros durante más de veinte siglos. Está en las tradiciones, en los signos, en las iglesias, en las obras de arte, en los libros, en la música, en las procesiones, en la cultura toda, en la vida. No supera el hecho religioso, porque es la esencia de todo, pero llega también a quienes no creen en el Jesús de Nazaret, crucificado en el Calvario y que resucitó al tercer día.
Millones de españoles compatibilizan estos días el descanso, la playa, la montaña, las grandes ciudades con las procesiones y los actos religiosos que reflejan el sentir profundo de un pueblo. Es la cultura y la fe sobre la que se ha construido una civilización. Con sus errores y sus aciertos, con sus zonas negras y sus inmensos espacios de humanidad y de solidaridad. Dice el Papa Francisco que "la Palabra es un don", una oportunidad de abrir el corazón, una llamada a convertirse y a cambiar de vida porque "el cristiano está llamado a volver a Dios de todo corazón". Y eso, hoy, ¿qué es? También lo dice Francisco: "saber abrir las puertas a los débiles y a los pobres... servir a Cristo en los hermanos necesitados. Cerrar el corazón a Dios, dice, tiene como efecto cerrar el corazón al hermano". 
El hombre-Dios que murió en la cruz, que fue perseguido, torturado, ninguneado es la imagen hoy de esos refugiados que vagan por Europa, que no encuentran asilo ni lugar donde refugiarse, que malviven en campamentos a las afueras de Europa. Ancianos, menores no acompañados, mujeres que son carne de trata en un viaje sin esperanza y sin final... La sociedad que exigió que crucificaran a Cristo es la misma que reclama hoy la expulsión de los inmigrantes, la que levanta muros, la que pone barreras insuperables. La que odia y pone bombas asesinas en las iglesias cristianas en Egipto o persigue a los creyentes en África. Los cristianos son la comunidad más perseguida en el mundo en estos momentos de "paz y libertad". Lo recordará el Papa a finales de abril, cuando viaje a Egipto -la visita no se suspende a pesar de los últimos atentados-. Sin miedo al miedo. Por la paz verdadera.
La Semana Santa es la oportunidad para escuchar el mensaje de Jesús, directo, exigente, difícil, gritado desde la cruz, con las heridas frescas y el odio empujando a los hombres: amaos los unos a los otros, perdonad al que os ofende, compartid lo que tenéis con los que no tienen nada. Es el mensaje de la solidaridad, de la igualdad, del perdón, de la reconciliación. Hay que volver a Dios si queremos volver al hombre. Reconocer en cada uno el rostro de Cristo. Dejar de lado la apariencia para dar una oportunidad al corazón y al encuentro con el otro.

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