Opinión

En recuerdo de Manuel Espárrago

En los últimos años del Franquismo e inicio de la “Transición” conocíamos a pocos socialistas en Vigo. Uno de ellos era Manuel Espárrago Patiño. Quienes lo tratamos esencialmente entonces lo recordamos como un hombre inquieto, cordial, con un enorme sentido ético de la política y desprovista de toda ambición personal. Era un trabajador, un excelente profesional en lo suyo y un hombre de ideas y compromiso.
Como periodista le estoy enormemente agradecido, pues me proporcionó la documentación que me permitió descubrir y publicar uno de los más vergonzosos chanchullos realizados a cuenta del patrimonio público en Vigo, lamentablemente perfeccionado por el alcalde Manuel Soto, del PSOE posterior.
Poseía Espárrago valiosa documentación de su padre, ingeniero de Obras del Puerto, e intachable funcionario. Gracias a estos documentos pude reconstruir cómo se hicieron quienes la detentaron durante años con la llamada “Finca Miranbell”, hoy parte del patrimonio público.
Habían concedido en dicha finca permiso para instalar en terreno público una salazón, pero en realidad construyeron un chalé. Y para apropiarse del terreno, la finca –que era en parte particular y en parte zona marítimo-terrestre- fue vendida en documento privado a un testaferro y recomprada e inscrita en documento público. Y así quedó.
Luego, en los años 80, el Ayuntamiento de Vigo pagó 70 millones de pesetas por recuperar la finca, incluyendo el conjunto de su superficie, hoy espacio histórico, que incluye importantes yacimientos arqueológicos.
Esta es la historia que yo pude relatar en su día gracias a Manuel Espárrago y al celo profesional de su padre.
Cada vez que se va un amigo como éste, un hombre de bien de su talla, la ciudad se empobrece y uno se siente más sólo, más pequeño, pero queda su bonhomía en el recuerdo de quienes lo tratamos, de quienes lo conocimos y fuimos sus amigos.
Como decían los antiguas romanos: ¡Que la tierra le sea leve!
 

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