Opinión

El espíritu de Xirivella o como devolvieron el PSOE a Sánchez

Promovido por el sector del PSOE que se denomina “Izquierda Socialista” recorre estos días España el ex alcalde de la localidad valenciana de Xirivella Michel Montaner, actual concejal de Urbanismo, Comercio y Mercados, autor del libro “El espítitu de Chirivella. Cuando ruge la militancia”, que es como la señal de partida o la propia referencia de la campaña de las bases del PSOE que se alzaron en masa contra el aparato para devolver a Pedro Sánchez a la secretaría general del partido, tras su defenestración por el comité federal cuando la mayoría de éste decidió permitir que gobernara Rajoy antes de plegarse a unas terceras elecciones, en un momento crítico de la reciente historia de España. A los partidarios de esa salida ni se ahorraron ni su ahorran todavía calificativos, incluido el ex secretario general Felipe González, al que se considera sencillamente un traidor. Por lo visto se han olvidado o ignora qué pasó en Suresnes.
Nacido en Francia, hijo de emigrados españoles, se afilió al PSOE en la tan simbólica ciudad de Touluse. Tiene un discurso claro, sencillo, convincente y sin duda fuertemente influenciado por el modelo de socialismo republicano francés. Asistí a la presentación de su libro en Vigo y tuve una breve conversación con él, y me produjo la sensación de que es una persona decente, que profesa un socialismo ético, realmente de izquierdas. No tuve tiempo de entrar en profundidades ni tampoco, por cortesía, quise entrar a fondo en, a mi entender, algunas de las contradicciones de Pedro Sánchez y los suyos.
Del libro y de su discurso se desprende que Montaner propone un modelo de PSOE asambleario, en el que todo el poder esté en las bases, y no en el aparato, cuya función sería meramente administrativa. Y de esa idea expuso algunos ejemplos llamativos y quisiera ver yo si se llevan a la práctica. Por ejemplo, “las primarias” han de ser el circuito que marque todo proceso electoral en el PSOE, no sólo para elegir a sus dirigentes orgánicos, sino para conformar las listas para las elecciones, en el sentido de que cualquier militante pueda postularse para ser propuesto para candidato a lo que sea, desde el municipio al Parlamento. Veremos muy pronto si se aplica.
El libro está bien escrito, se lee de un tirón porque su estructura permite hacerse una idea de cómo se desarrolló aquel proceso, y deja claro que a partir de ahora la militancia ha ganado, y espera, que para siempre, el poder de decidir hacia dónde y qué quiere ser el PSOE.
Montaner defendió enfáticamente que cuando se quebró el partido y echaron a Sánchez los del aparato, en una cumbre de barones que se sigue calificando con los más duros calificativos, él y los que como él pensaba consideraron que antes que apoyar al PP para permitirle gobernar era mejor ir a unas terceras elecciones, “que no pasaba nada”. Es decir, que no se valoraba el riesgo de repetir los resultados, sino empeorarlos entre otros para el propio PSOE, cansar a los ciudadanos y no volver al mismo punto. Pensaba yo que quizá los ahora tan denostados dirigentes pensaron en esa cita que suelo repetir de Fernando de los Ríos, de que el socialista debe pensar en España antes que en el partido, o la simple teoría del mal menor: dejar que España saliera del atolladero y ejercer, con los medios con que se contaba, una fuerte oposición.
Montaner dijo en la presentación del libro que fue la misma fuerza de la militancia que repuso a Sánchez la que lo acabó llevando a la Moncloa. Ahora se dice mucho. Esa afirmación no resiste la confronta con la realidad. A punto estuve, pero me contuve, de recordarle las repetidas afirmaciones de Sánchez, Sevilla y Ábalos, tanto sobre entenderse con Podemos como aceptar ir a la Moncloa con los votos de los independentistas, particularmente de la propia derecha vasca o catalana y el resto de los ahora consocios. De eso, ni palabra.
Pero pese a estas ausencias en su discurso, hay que reconocer, como yo reconocí, que, al menos por ahora, el fenómeno de masas bien dirigidas y canalizadas hacia un objetivo, devolver a Sánchez a la dirección del partido, tuvo un efecto que no se puede ignorar: convirtió al PSOE en un partido de masas en tanto hasta el presente fue un partido de cuadros, o de barones, como se suele decir.
Incluso visual y sentimentalmente recuperó determinados símbolos expresivos como levantar el puño o cantar sus actos “la Internacional”; es decir, elementos escénicos identificativos.
Me llamó la atención que, pese a que fue profusamente anunciado, en la presentación del libro en la Casa del Libro de Vigo, no estaba ni la corporación municipal de Vigo ni otros elementos significativos de la militancia socialista en esta ciudad, sobre todo de quienes ocupan cargos oficiales y orgánicos.
 

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