Opinión

El espectáculo “burlesque” de Cataluña

Se puede imaginar que un delincuente que depone ante el juez, supongamos el atracador que acaba de asaltar un banco, desdibujara reconocer que ha cometido un delito y que el juez fuera benevolente con él, siempre que le prometiera que se sometía a cumplir la ley y no volver a delinquir, pero que apenas en libertad, se reafirmara en lo acertado de sus acciones?
Pues eso mismo es lo que acaba de pasar y a lo que estamos asistiendo en Cataluña con la justiciable Carme Forcadell. El diario del Conde de Godó es el periódico que, a mi entender, mejor está tratando el asunto, contraponiendo el relato real de las intenciones y evidencias de la presidenta del Parlamento suspendido y el alcance de su “arrepentimiento” que no es como se cuenta. Tanto ella, como el resto de la mesa de la rebelde institución se han puesto vaselina dialéctica y, debidamente asesorados, se han vuelto a mofar de la Justicia y de la inteligencia de los españoles. O sea, que si hubo “declaración de independencia” era puro teatro, una broma, a ver si Rajoy se impresionaba y se ponía a negociar de verdad….la independencia.
Y como en el Supremo, por ahora, las cosas marchan bien, seguimos leyendo La Vanguardia, las cosas prometen salir mejor de lo esperado con los miembros del gobierno presos, en cuanto la doctrina de aquel permita esperar que se rebaje la substancia de las acusaciones porque realmente aquí no ha pasado nada en serio, todo era un montaje publicitario que tenía como público objetivo a Rajoy.
Y frente a este vodevil, ópera bufa o espectáculo de “burlesque”, digno del Paralelo barcelonés, las evidencias del alcance del golpe de Estado o la rebelión pautada de Cataluña no deja lugar a dudas. El “burlesque” es un tipo de espectáculo en el que se emplea la parodia y la exageración para ridiculizar un tema, cambiando el sentido de la realidad social aceptada por todos: Se glorifica lo socialmente inaceptable o se denigrada lo que socialmente se considera respetable. Desde hace cuatro años se había trazado un plan ingenioso que no descuidaba las fases y medios para consumar la secesión, sin dejar un solo aspecto sin definir, desde la puesta en marcha de la propia hacienda a la defensa de la nueva república (esto sí que infame, a cargo de un país cipayo que asumiera esta función temporalmente). Y además de la transformación de los mossos en una fuerza pretoriana que sirviera a la causa de la separación de España (vulnerando la defensa de la Constitución y el Estatuto, que los policías catalanes deben jurar para serlo), se preparó con inteligencia el modo de presentarlos como servidores leales del conjunto de la sociedad catalana y no una mera fuerza rebelde como ya se ha visto.
Y como todo estaba previsto, también se tenía un Plan B; es decir, por dónde escapar. Si en 1934, alguno de los conjurados lo hizo por las alcantarillas, esta vez se estudió donde acogerse si las cosas no salían como se esperaba y se decidió que el país adecuado era Bélgica, donde en el pasado se protegió a los escapados de ETA, porque entendían que en España no tenían asegurado un juicio justo.
Y, para montar la plataforma adecuada a sus fines, Puigdemont contó con un aliado inesperado, la forma de dejar cabos sueltos y hacer las cosas a medias de Rajoy, que dejó en sus manos TV3 y Catalunya Radio, desde donde el ex president pudiera lanzar sus mensajes institucionales y mantener viva la llama de la rebelión y su pretendida legitimidad perseguida.  Y con el cinismo que lo caracteriza acusar al Gobierno de España de haber dado “un golpe de Estado” porque le aplicó la Ley.

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