Opinión

Episodios vigueses contemporáneos: aquel viaje a Groenlandia

Vigo está hermanado con la aldea groenlandesa de Narsaq, un episodio charlotesco que costó 3 millones de pesetas a los contribuyentes a cambio de nada.
Uno de los más pintorescos episodios de la historia de Vigo, en tiempos de Manuel Soto, fue el hermanamiento de nuestra ciudad con la aldea groenlandesa de Narsaq, de 1.700 vecinos. Un episodio chusco, a no ser por lo que costó, unos tres millones de pesetas de los años 80.
Lo resumo: un buen día aparece en Vigo un curioso personaje que convence a Manuel Soto de las posibilidades de firmar un acuerdo de hermanamiento con un pueblo costero de Groenlandia que, como se sabe, pertenece a Dinamarca. La idea es facilitar el acceso de los congeladores de Vigo a los ricos bancos de aquellos mares del Norte.
Para justificar el viaje, se consigue que Fernando González-Laxe lo respalde, y allá se van fletando un costoso reactor al efecto. Soto incluye en la expedición a representantes de todos los grupos, a dos periodistas y al presidente de la Cámara de Comercio.
Y allá se van. Para empezar surgen problemas porque llevan exceso de ropa de abrigo, cuando en realidad se van a mover en espacios con altas calefacciones. Lo del convenio de pesca es un fiasco, la alcaldesa que los recibe no tiene competencias ni idea de lo que le proponen- Tienen problemas, a su vez, con los medios de pago, de suerte que el presidente de la Cámara de Comercio tiene que usar su VISA. En una salida de regreso hay que vaciar el combustible para volver a aterrizar debido a las condiciones meteorológicas, y la doble carga sale por varios cientos de miles de pesetas.
En una escala en Islandia, en un gimnasio de una base americana, suceden episodios que ponen en riesgo a algún expedicionario, con el que quiere intimar un sargento americano borracho que no distingue pelo o pluma.
Por fin regresan, sin nada. Pero cuentan un cuento. El Ayuntamiento tiene que pagar una cifra de más de seis cifras al de la tarjeta, aparte de otros gastos. Pero lo mejor estaba por venir: La devolución de la visita por la alcaldesa de Narsaq a Vigo. La reciben con honores de jefe de Estado escoltada por la guardia urbana en formación de rombo. En la rueda de prensa, a los periodistas presentes nos cuesta contener la risa cuando declara que gracias a Manolo Soto ha realizado el sueño de su vida: retratarse bajo una palmera. La señora no paraba de fumar puros.
La rueda de prensa es muy graciosa: ella habla el idioma de Groenlandia que es traducido al danés, del danés al inglés, y del inglés a castellano.
Yo le pregunté a la alcaldesa si los barcos de Vigo iban a poder pescar en Groenlandia y se extrañó: “Yo no tengo competencias en ese asunto. Es cosa del gobierno de Dinamarca”.
¿Y por qué yo conozco la historia? Pues porque algún expedicionario me la contó. Por cierto, era de ver a uno de los viajeros, de la derecha, tratando de echar un capote a Soto para sostener lo insostenible. Pero ya lo saben, estamos hermanados con Narsaq, 1.700 vecinos.
¿Cuánto costó aquella loca aventura? Nunca lo sabremos exactamente, pero se puede calcular que no menos de tres millones de pesetas de la época, primeros años ochenta.

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