Opinión

En defensa de lo hispánico alrededor del 12 de octubre

Desde mediados del siglo XX, coincidiendo con el inicio de la hegemonía mundial de los Estados Unidos, luego de la I Gran Guerra, se institucionalizó el uso del término de origen francés “Latinoamérica” para referirse a un conjunto de países de habla castellana y portuguesa frente al uso hasta entonces vigente de Hispanoamérica o Iberoamérica. Lamentablemente, aquella imprecisa expresión que no responde a un concepto geográfico ni sociológico, sino político convencionaL, se ha impuesto. Hasta la Real Academia de la Lengua lo admite y la clase política lo usa de modo habituaL
El norteamericano J.C. Cebrián, al rechazar la denominación de América Latina y afirmar la adjetivación española, alega que los países hispanoamericanos son hijos legítimos de España, sin intervención de Francia ni de Italia ni de ningún otro país. “España sola alumbró esas nacionalidades, descubrió aquellas tierras, las colonizó, perdió en ello a sus hijos, gastó sus caudales, empleó su inteligencia y sus métodos propios, censurables o no, como tantas veces lo han considerado otros países. España sola dotó a aquellos pueblos de una lengua común, de unas leyes, usos, costumbres, vicios y virtudes... Y una vez emancipados, todo el mundo los continúo llamando países hispanoamericanos o repúblicas hispanoamericanas”.
Se me ocurre volver sobre el asunto a propósito de la polémica que siempre surge cada 12 de octubre. Las palabras se cruzan como arietes: “Hispanidad, herencia cultural, resistencia indígena, colonización, destrucción de pueblos, evangelización a la fuerza; pero también intercambio, transculturización”. Y está el propio uso de las palabras: Iberoamérica, Hispano América, Latino América, América Latina, América Española…
En los Estados Unidos, especialmente en Nueva York, el “Columbus Day” es una fiesta italiana, sin la menor presencia de España, como si la gesta del Descubrimiento fuera de los italianos. 
El término Latinoamérica si bien empleado por primera vez por el franco-colombiano José Torres Caicedo en 1851, es utilizado en su sentido estricto por Michel Chevallier consejero de Napoleón III en el momento de la expedición francesa a Méjico, quien en sus crónicas habla de la "otra América, católica y latina”.  Se ha explicado que lo que pretendía Napoleón III era hacer jugar a Francia una función decisiva en América hispánica, sobre la base de su ulterior extensión "como país latino". En definitiva, Latinoamérica o América latina es un invento colonial francés para incorporar sus territorios americanos a un proyecto que siendo hispanoamericano le resultaría totalmente extraño y pondría en cuestión sus mismas posesiones en América del Sur.
El término fue asumido por los Estados Unidos, como fórmula para eliminar el de Hispanoamérica, con su connotación de una cosmovisión católica, que conlleva, y facilitar la política panamericanista que favorece a sus intereses y los de las multinacionales. Y así es Woodrow Wilson el primero en utilizarla oficialmente. Desde entonces la idea se potencia, circula y se difunde hasta adquirir su prevalencia a partir de finales de los años cincuenta del siglo XX. 
Y hay una evidencia: Ni los habitantes del Canadá francés (Québec), ni los italo-norteamericanos, ni los haitianos se llaman a sí mismos latinoamericanos, lo que muestra a las claras la imposición ideológica del término, habida cuenta que todas estas comunidades son de lengua derivada del latín.
Los mismos franceses usaron durante cuatro siglos el nombre de Amérique Espagnole; los ingleses y norteamericanos, el de Spanish America. Una gran revista científica y una importante entidad cultural en Estados Unidos se llaman respectivamente “Hispanic American Historical Review” y “The Hispanic Society of America”. En la época de Bolívar el subcontinente era nombrado "América Meridional", "América del Mediodía", también persistía el término de "Indias Occidentales". Pero en sus escritos, Bolivar prefiere utilizar “La América antes española.

En defensa de la Hispanidad
Guillermo Cabrera Infante critica el uso generalizado de Latinoamérica, latinoamericanos, y propone se usen más los de Iberoamérica, iberoamericanos o, por qué no, Hispanoamérica. 
El uruguayo José Enrique Rodó escribió en su Ariel: “no necesitamos los sudamericanos cuando se trata de abonar esta unidad de raza, hablar de una América Latina; no necesitamos llamarnos latinoamericanos para levantarnos a un nombre general que nos comprenda a todos, porque podemos llamarnos iberoamericanos, nietos de la heroica y civilizadora raza que sólo políticamente se ha fragmentado en dos naciones europeas; y aún podíamos ir más allá y decir que el mismo nombre de hispanoamericanos conviene a los nativos del Brasil…”
Eduardo Carranza entiende que “Latinoamérica no es más que «una palabra moderna que pretende disminuir la hazaña fundamental de España en América, no es más que una forma de renegar de la filialidad hispánica en un sentido étnico y cultural me parece un término repulsivo. Yo no me siento latino, soy un criollo colombiano, hispanoamericano y, más anchamente, hispánico”.

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