Opinión

Carmen Calvo y la nueva teoría de la “posverdad”

La señora Carmen Calvo acaba de formular la nueva teoría de la posverdad: Si lo que decía el doctor Pedro Sánchez cuando no era presidente no tiene valor ni es el referente de su pensamiento cuando lo es, cuando es presidente, estamos ante un proceso socio-psicológico, en el que el cargo actúa como revulsivo fluctuante del pensamiento y genera una nueva realidad. Es realmente prodigioso. Fue Alfred Adler quien dijo que la mentira sólo tiene sentido cuando se considera que la verdad puede ser peligrosa. Por eso surge la posverdad en que la verdad misma pierde su valor y pasa a ser algo secundario cuando se quieren alcanzar determinados objetivos políticos.
¿Cuál es la causa de esta evolución? Está por estudiar, sin embargo, antes de que Bildu-ETA y el resto de sus consocios lo llevaran a la Moncloa, el repetido doctor ya diera muestras de esa fluctuación por lo que existen referentes científicos repetidamente probados de la concurrencia de su pensamiento o de su recorrido de que lo que afirmaba como cierto ayer ya no lo es hoy.
Abunda en esta hora recordar alguno de los referentes, sobre todo morales, de su adecuación circunstancial: Ayer Podemos era un partido populista que lleva a la pobreza con el que nunca se pactaría; hoy es su mentor ideológico-práctico, y el señor Iglesias, ayer calificado de “mentiroso” es un leal camarada que actúa de pro vicario o pro cónsul en delicadas misiones de Estado. Si ayer se nos decía que nunca se pasaría por la indignidad de subirse al Falcon aupado por los nacionalistas y separatistas, ahora se acoge el impuso que brindan y se disponer a pagar el peaje agradecido. 
Dentro de la posverdad podemos instalar otras curiosidades: Si ayer se nos prometían prontas elecciones tras echar a Rajoy, ahora eso era antes de ser presidente, una vez que lo es, quiere decir que significa concluir la legislatura. Y del mismo cuando no era presidente tenía un significado prometer hacer pública la lista de beneficiados por la amnistía fiscal del PP, o no gobernar a golpe de decreto-leyes y sobre todo, esa demanda –inspirada en casos extranjeros- de que el político que miente, falsea su curriculum o lo ha elaborado con trapacerías debe dimitir o ser dimitido.
Ahora bien, dentro de ese ejemplo de posverdades, no siempre se han visto influidas por la ascensión al cargo de presidente: ya durmiendo en la Moncloa, el doctor Sánchez dijo, literalmente, una cosa sobre el destino del Valle de los Caídos, y otra al día siguiente, y así podríamos seguir hasta el infinito.
Pero, a todo esto, dejemos los ejemplos prácticos de física recreativa y recordemos qué se considera la posverdad. Es un neologismo innecesario porque en castellano ya disponíamos de suficientes términos para decir lo mismo: trapacería, engaño deliberado, añagaza o simplemente mentira.
La posverdad es un uso perverso del idioma, de los conceptos para relativizar el sentido de las propias palabras y darles, según las circunstancias una interpretación diferente, más allá del “Donde dije digo quise decir Diego”. Pero la posverdad está cargada de inmoralidad, ya que la verdad verdadera se convierte en algo secundario: lo importante es producir un efecto emocional y que la gente crea lo que conviene que crea. Es repulsivo.
La posverdad no es propaganda, es algo peor. La propaganda es legítima cuando se realiza en términos de licitud, esto es captar o pretender captar la adhesión intelectual por medios lícitos a una idea o una creencia. Pero la posverdad va más allá. 
Pero en nuestro caso surge una pregunta lógica: Si lo que ayer decía el doctor Sánchez, antes de ser presidente, pierde su contenido, sentido y juicio, cuando no era presidente; qué alcance puede tener, con qué fiabilidad podemos creer que sea verdad lo que dice ahora que la peor minoría parlamentaria en la historia del PSOE, Bildu-ETA, Podemos y los independentistas catalanes junto a la derecha católica vascongada lo instalaron en la Moncloa.

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