Opinión

La astracanada de las tres magas de Valencia

La ocurrencia del cada vez más pintoresco alcalde de Valencia, Juan Ribó i Canut, de añadir una más a sus salidas de tono, por algunos tan celebradas, como recuperar la “Cabalgata de las tres magas”, una especie de procesión civil remedo de la tradicional de los Reyes Magos, abunda en la especie de complejo, ahora extendido, de alguna pretendida izquierda con respecto a usos y tradiciones de la Iglesia, que imitan de manera ostensible, bajo la rúbrica de ceremonia civil.
Es sin duda un complejo freudiano que revela la importancia y la influencia de la religión en estos activistas del laicismo que imitan o pretenden sustituir calcando lo que tanto denostan. Marca de la casa Podemos, a través de una de sus franquicias. Yo estoy esperando ver que se les ocurre para sustituir las tradiciones jacobeas en Santiago, la ofrenda del Antiguo Reino de Galicia, la Fiesta de la Senyera en Valencia, la celebración de la Espada en Sevilla, la Semana Santa y el resto de usos y tradiciones contra las que repetidamente ya se han pronunciado. 
Con respecto a la imitación a la que aludo, con carácter general, y dentro de lo que cabe, hay ceremonias civiles que sí tienen sentido, otras son meras réplicas. Cualquiera que haya estado en una boda civil en un Ayuntamiento verá cómo se trasforma lo que “civilmente” no es otra cosa que la firma de un contrato matrimonial que, en el Juzgado, se celebra formalmente, sin ceremonia alguna ante el juez, por parte de los dos contrayentes, que se limitan a expresar su voluntad y firmar. Y ya está. Pero como la tradición requiere otras evidencias (el traje adecuado, los invitados, la solemnidad, etc.) se inventaron las ceremonias civiles que imitan las secuencias formales de una vida religiosa, con música, lecturas y discursos.
Y la cosa no paró ahí, siguió con otras ocurrencias, como el bautizo o las primeras comuniones civiles. ¿Qué sentido tiene todo esto? Ninguno. Porque ni siquiera son ceremonias originales, sino simples calcos de lo que se celebraría en una Iglesia.
Lo de Valencia es peor. Porque denota un afán perverso de llevar a la mente de los niños la destrucción de un mito ilusionante que está por encima de las creencias. Es una tradición española que está al margen de los personales prejuicios de personas como el alcalde de Valencia y otros tantos abrevadores del variado corral del anticlericalismo más ramplón.
Si se quiere hacer una procesión republicana y cívica como expresión ideológica, como republicano, no me parece mal. Pero habrá que cuidar los detalles y elegir una fecha en que no se transforme en un mero remedo de una tradición de general aceptación y que además es de los niños. Y ya puestos, ¡hombre!, elegir a las adecuadas figurantas que representen a las tres gracias o a las virtudes republicanas. El remedo resulta patético, risible, chocante, pobre y ridículo. Las tres señoras de Valencia, por presencia y atuendo parecen realmente tres brujas o más precisamente, tres madamas de las que regían las casas de putas de España en los años cincuenta. Claro que para una astracanada como ésta no podían encontrar mejores actrices.
Insisto, las tres magas de Valencia es una astracanada que no ayuda a la difusión de la idea republicana. Al menos para mí, merece otro respeto y otros modos de expresarse.
 

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