Opinión

Cómo y con quién

Se ha interpretado la abdicación del rey como un síntoma del agotamiento de la época surgida de la Transición, que el rey ayudó a fraguar cuando tenía capacidad para ello y que defendió cuando fue preciso,  que don Juan Carlos ha entendido ese mensaje y que se necesita un nuevo impulso en una doble dirección: para la propia Casa Real y para hacer frente a los retos del futuro, que la llegada al trono de Felipe VI contribuirá a llevar a cabo.
Si en el primer caso las intenciones están claras después de que el prestigio de la Corona y de quien aún la encarna haya caído en picado, como consecuencia de los errores propios y de su falta de ejemplaridad en los últimos años –que no debe empañar los servicios prestados a la Nación en todos los ámbitos-, no lo está tanto que el resto de responsables de las instituciones políticas, económicas y sociales vayan a transitar el mismo camino.
¿Con qué instrumentos va a contar Felipe VI para animar ese proyecto regenerador de las instituciones que tanto se necesita? La Constitución otorga al rey un mandato moderador y de arbitraje, pero cada vez que se ha insinuado la posibilidad de que don Juan Carlos lo utilizará ha quedado en agua de borrajas o se ha vuelto en su contra. 
¿Se encuentran los partidos y representantes nacionales y nacionalistas, junto con los agentes económicos y sociales dispuestos a ensayar un nuevo pacto de Estado en todas las direcciones, que permita recobrar prestigio a las instituciones mediante el ejercicio de la transparencia y el coto a la corrupción junto a un pacto social que no deje abandonados a su suerte a millones de parados y mitigue las desigualdades?  ¿Están dispuestos los nacionalistas a conformarse con un reconocimiento de su singularidad y de sus diferencias sin romper España y que Felipe VI siga siendo el máximo representante de esa unidad de la nación? No ha sido esa  la primera reacción de Artur Mas  ¿Con quién va a contar Felipe VI para llevar a cabo ese proyecto regenerador? ¿Con las generaciones más jóvenes que no sienten apego por la Monarquía, a la que ven como cosa del pasado y que piden un referéndum sobre la forma de Estado?  ¿Cómo puede impulsar el futuro rey la necesaria reforma constitucional que tantas aristas tiene y que con tantas reservas es acogida por quienes representan a una parte importante de los votantes del país, que hasta ahora se han negado a abrir ese melón y que ni tan siquiera ha atendido las llamadas a regular todos los asuntos relacionados con la Corona cuando se ha podido?   
En definitiva, ¿puede Felipe VI impulsar algún tipo de reformas políticas, o nos encontramos ante  una declaración de voluntarismo que una vez pasada su proclamación como rey quedarán circunscritas a la Casa Real y a tratar de recuperar la esencia de referente cívico y de cercanía a los ciudadanos, que ya sería suficiente? ¿Qué ha pesado más en el ánimo de don Juan Carlos, el deseo de una regeneración nacional o velar por la estabilidad y la continuidad de la institución que representa?
Es de agradecer sobremanera que una institución conservadora por su propia naturaleza, lejos de suponer un freno, se haya puesto a la cabeza de los deseos de renovación que expresa la ciudadanía, al menos en la parte que le corresponde. No es poco. 

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