Opinión

Los verdaderos antisistema

Los sucesos que se vienen registrando en Barcelona tras el desalojo del centro ‘okupado’  y autogestionado de Can Vies han vuelto a demostrar la virulencia con la que los numerosos grupos antisistema que están radicados en la capital catalana actúan siempre que tienen oportunidad. En este caso lo han hecho por lo que han entendido como un ataque directo a uno de sus símbolos, pero en otras ocasiones no han desperdiciado cualquier tipo de manifestación masiva para desde la retaguardia iniciar las acciones violentas que están en el recuerdo de todos, y que se han vuelto a reproducir estos días en los enfrentamientos con las fuerzas del orden que han tenido lugar en las noches pasadas.
Los ‘inquilinos’ de Can Vies tienen poco que ver con los movimientos y organizaciones que han surgido a raíz del movimiento 15-M y que han dado una respuesta organizativa que acaba de sorprender a propios y extraños en las pasadas elecciones europeas, y pone de manifiesto que mientras unos pretenden cambiar el sistema de relaciones económicas y políticas desde dentro, otros no rechazan la utilización de la violencia con quema de contenedores que ponen en cuestión su propia eficacia, por cuanto la única notoriedad que consiguen es la derivada de sus altercados de orden público y que causan apenas rasguños en el sistema institucional.
Esta es la principal diferencia con otras organizaciones que fueron tildadas en un primer momento como ‘antisistema’ cuando lo que pretendían era manifestar que otra forma de hacer política es posible. Fueron muchos quienes tras el 15-M pidieron a estos grupos que tuvieran el valor de organizarse y de confrontar en las urnas sus propuestas. Después de tres años lo han hecho y los resultados que han obtenido –ya se verá sin son un actor político permanente o volátil- han pillado por sorpresa a todo el mundo, y a algunos les ha llenado de estupor, porque han sabido movilizar y reunir a una parte de los descontentos con la gestión de la crisis económica y de sus consecuencias. Es decir, no se les puede exigir que se organicen como un partido tradicional y cuando consiguen unos resultados sorprendentes tratar de desprestigiarles con los mismos argumentos. Por lo pronto se han convertido en un fenómeno a seguir de cerca que, de mantener su pujanza, puede convertirse en el verdadero partido bisagra en muchos sitios y condicionar la gobernabilidad.
Pero el caso de Can Vies, como en el de otros centros ‘okupados’ es que tras muchos años de permisividad –llevaba diecisiete años funcionando- se procede a su desalojo cuando ya forman parte de paisaje del barrio y cuentan con el apoyo de los vecinos que ven sus centros como un equipamiento cultural más. Que el alcalde de Barcelona ofrezca ahora parar el derribo de lo que queda del edificio que los ‘okupas’ quieren reconstruir, es una muestra más de cómo los responsables políticos actúan sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones –que en este caso eran previsibles por ejemplos anteriores-, para a continuación dar marcha atrás. En cualquier caso la violencia es injustificable en todos los casos y los únicos responsable de ella son los antisistema que la provocan y quienes rechazan el dialogo institucional.

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