Opinión

Tomas de posición

Parece que, finalmente, la disputa de la secretaría general del PSOE se va a dilucidar entre Eduardo Madrina y Pedro Sánchez, que al inicio del periodo de recogida de los avales necesarios para figurar en la competición van tomando posición y van explicando a la opinión pública sus diferencias en cuanto a cómo ven el futuro de su partido y lo que van a hacer con él para lograr volver a ser alternativa y hacerse con la gobernación de España. Es muy probable, y sería deseable, que tanto el representante de la corriente Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, como de Socialismo Democrático,  Alberto Sotillos, reunieran también  los avales que les permitieran estar en la pugna que se va a desarrollar hasta y durante el congreso extraordinario de finales de julio, porque los partidos hace tiempo que dejaron de ser monolíticos y prima en ellos la diversidad y la pluralidad. Y si no que se lo digan a su partido hermano en Cataluña. 
Pero si hay un denominador común en las declaraciones de todos los líderes socialistas presentes y futuros es que el partido debe salir unido de este envite. Eso no suele querer decir que quien sea el próximo secretario general debe contar con una ejecutiva de integración, de la que formen parte algunos de los miembros de las otras candidaturas, sino de que los derrotados sean capaces y se comprometan a actuar con lealtad hacia los vencedores, de tal forma que su posición ‘crítica’ no se convierta en un desgaste continuo de fuerzas para resolver los problemas internos, mientras la ciudadanía les pide que dejen de mirarse el ombligo y les miren a los ojos. En la política tradicional estas discrepancias se resolvían mediante la aplicación del centralismo democrático y el que se movía no salía en la foto. Y el vencedor, por supuesto, tiene la obligación de ser lo suficientemente generoso como para evitar que los sectores críticos se sientan apartados de la vida interna. La situación que se ha vivido en el PSC es el ejemplo paradigmático de que la división aboca de forma casi ineludible a la ruptura porque se ha llegado a posiciones irreconciliables. 
Tanto Eduardo Madina como Pedro Sánchez están comenzando a dibujar el modelo de partido y la posición que este ha de ocupar en la política nacional. El segundo quiere ocupar el centro izquierda, el terreno en el que el PSOE ha desarrollado la mayor parte de su vida política, donde se ganan -o al menos se ganaban- las elecciones, una vez que se vuelva a movilizar y a ilusionar a los abstencionistas y desencantados que se quedaron en c asa. Su discurso “centrado” tiene sus incondicionales basado en la experiencia de los resultados. Pero esos dirigentes no han tenido inconveniente en disolver las señas de identidad del PSOE cuando más falta hacía que las mantuvieran.  Recuérdese que Felipe González dijo que Zapatero se había comportado como un verdadero hombre de Estado precisamente cuando tuvo que rendirse a las presiones de la troika.   
Eduardo Madina quiere recuperar “sin complejos” la parte del terreno de la izquierda que considera propia que le disputan IU y Podemos y hay quien le percibe como una reedición más peligrosa de ZP. Sánchez aparece como más pragmático y Madina como más socialista. Gane quien gane solo tendrán credibilidad si se comprometen a no dejar a nadie por el camino. Y sobre todo a cumplirlo. 

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