Opinión

Paso al frente en Ucrania; espera en Irak

Los mandatarios de los países que integran la Alianza Atlántica sí tiene claras cuáles deben ser las medidas a adoptar frente a Rusia por la crisis de Ucrania, pero no ven tan clara la posible implicación de la OTAN en una intervención militar contra el Estado Islámico que asuela Irak y Siria. En esa posición mayoritaria se encuentra el gobierno español que se ha comprometido a participar en la Fuerza de Acción Rápida que la OTAN quiere levantar para poder intervenir en un plazo muy breve y en cualquier lugar si un país aliado se ve atacado.
Mariano Rajoy ha reiterado, tras la cumbre de Gales, la disposición española a integrar unidades aéreas, terrestres y marítimas en ese instrumento de defensa colectiva del que se viene hablando desde hace años pero que la crisis de Ucrania y el papel que desempeña Rusia en ella, supone una amenaza para los países del Este de Europa que se han integrado en la OTAN. Desde el primer momento el Gobierno español siempre se ha mostrado dispuesto a participar en ese tipo de iniciativas. La Fuerza de Acción Rápida del Ejercito de Tierra ha participado ya en maniobras conjuntas con otros ejércitos aliados, mientras que unidades aéreas españolas se han desplegado cuando le ha tocado por turno en misiones de vigilancia aérea en el Báltico y ha participado en misiones navales de control del Mediterráneo, por lo que el ofrecimiento de Mariano Rajoy refuerza el compromiso de la política de defensa española con la defensa colectiva.
Tras la retirada de los militares españoles de Irak en 2004 la participación española en misiones militares está condicionada a dos requisitos: que sea autorizada por una organización supranacional y a la aprobación del Congreso. El plazo de 48 horas que quiere darse para que la FAR de la OTAN se despliegue puede ser excesivamente corto para cumplir con el segundo de ellos pero no sería insalvable y más si se amplía el plazo para el despliegue a cinco días.  
Frente al acuerdo sobre Ucrania, en la OTAN  se presentan las dudas respecto a la actuación contra el Estado Islámico a la que no escapa el Gobierno español, tanto para armar a los peshmergas kurdos como para comprometer cualquier tipo de ayuda a una intervención militar. En el primer caso el temor de muchos gobiernos es que las armas pueden cambiar de manos –recuérdese como EE UU armó a los talibanes para que lucharan contra los rusos en Afganistán- y que los kurdos –hasta hace poco “el pueblo sin amigos” y ahora uno de los baluartes en la lucha contra el EI- esperan el momento para aumentar su autogobierno en Irak y que aumenta el temor de la aliada Turquía porque esas armas acaben en manos del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), el movimiento que la UE considera terrorista, de sus “turcos de la montaña”.  
Mariano Rajoy está dispuesto a prestar apoyo logístico y de formación militar a los países, EE UU y Reino Unido, que participan o están dispuestos a hacerlo, en los bombardeos contra las milicias del EI, la misma actitud que mantiene con la presencia de militares y aeronaves españolas en el Sahel, para las labores mencionadas, que se trata de la zona que verdaderamente preocupa al gobierno español pese a las bravuconadas del califato de EI de reconquistar Al-Andalus-, pero que se tienta al ropa antes de promover una presencia significativa de tropas españolas en los países en conflicto.  

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