Opinión

No dicen, no contestan

Al presidente  de la Generalitat, Artur Mas, es muy posible que no le hayan gustado las últimas manifestaciones públicas realizadas por su socio Oriol Junqueras y por el cabeza de la lista independentista Junts pel Sí, Raül Romeva,  que han restado importancia a quien sea el presidente catalán tras las elecciones del 27-S. Si, como se ha repetido, Artur Mas apareció fotografiado como Moisés guiando al pueblo en las elecciones de 2012, efectivamente puede que acabe llevando a los catalanes hasta los límites de la tierra prometida, pero que no pueda entrar en ella. Se comienza cediendo el primer puesto de la lista electoral y te acaban jubilando antes de tiempo. Así lo ha dicho Romeva: “Es irrelevante quien sea el presidente”. Entre tanto, el líder de ERC prefiere no distraerse con ese asunto ante su mejor ocasión y ni tan siquiera se esfuerza por entrar en el debate ideológico sobre qué hace una fuerza de izquierdas apoyando al representante más conspicuo de la burguesía catalana.     
Aunque esta nominación habrá que afrontarla en su momento, lo que se avecina hasta las elecciones del 27-S va a ser un diálogo de sordos porque, por mucho que se intente, a los partidarios de la secesión a plazo fijo no se les va a sacar de dos ideas fuerza: el independentismo es la solución a todos los problemas sociales que aquejan a los ciudadanos de Cataluña, porque no tendrán que dedicar recursos a la solidaridad con el resto de territorios de España; y segundo, que han hecho todo lo que han podido por establecer puentes de diálogo  con el Gobierno de Madrid para resolver sus problemas sin  que hayan encontrado ningún tipo de receptividad.  Del resto, ni dicen, ni contestan.
Por encima de esos argumentos de ocasión está el hecho de que para los independentistas, la posibilidad de contar con un Estado propio es un desiderátum al que están dispuestos a ofrecer en sacrificio las condiciones de vida de las generaciones que sea preciso –Romeva: “No pienso en cuatro años, sino de aquí a 40”-. De ahí que a pesar de que afirmen que se han encontrado en Moncloa con una posición de inmovilismo, circunstancia que es cierta, a partir de 2012  ni Artur Mas ni el resto de sus socios han tenido un verdadero interés en llegar a acuerdos porque tenían fijada su hoja de ruta blindada al margen de cualquier oferta, incluida la reforma federal de la Constitución.
Del mismo modo que no tendrá lugar un debate serio y sosegado sobre las condiciones de vida en Cataluña durante los últimos tres años, por incomparecencia de quienes están dispuestos a adoptar la Doctrina Monroe a sus intereses -Oriol Junqueras: "El esfuerzo fiscal que hacen los ciudadanos de Cataluña estaría a disposición de los ciudadanos de Cataluña"-, tampoco se les va a escapar ni una palabra sobre quienes estarían dispuestos a reconocer esta parte de España como país independiente y mantendrán la teoría de que Europa no va a dar la espalda a ocho millones de sus ciudadanos, tomando como ejemplos a otros países que en otras circunstancias han ampliado las fronteras de la Unión Europea, y por una indefinición inadecuada porque la secesión de Cataluña no se trata de un problema interno de España. No vaya a ser que nos encontremos con que Europa no sea la solución, sino el problema. 

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