Opinión

Mociones fracasadas

La moción de censura planteada por los socialistas extremeños ha tenido un claro ganador, el presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, porque así lo reflejan los votos de los parlamentarios. En sentido contrario el gran perdedor es el secretario general del PSOE de la región Guillermo Fernández Vara, que no ha logrado hace variar la posición de IU que con su abstención permite la mayoría de los populares. 
Pero tras la evidencia de las votaciones se esconde un mar de fondo que afecta sobre todo a los perdedores y a quienes garantizan la gobernabilidad al PP.  Lo bueno en este caso es que las consecuencias políticas de la moción de censura en términos electorales se van a ver muy pronto y, aunque con todas las cautelas por el tipo de elecciones y la alta abstención prevista, la lectura en términos de apoyos locales será inevitable y reveladora.  
El carácter electoralista, y condenado al fracaso, de la moción de Fernández Vara estaba claro desde el momento que no había buscado previamente el acuerdo con IU para sumar sus votos, y de que esta formación leyera la iniciativa como un ataque a su línea de flotación. La actitud de la formación que dirige Pedro Escobar ha sido coherente con la mantenida desde el comienzo de la legislatura –que provocó la llamada al orden de la dirección federal, sin éxito- que estuvo marcada por el trato dispensado a su formación por los socialistas durante sus años de gobierno con mayoría absoluta, y por la situación de empate técnico que se dio entre el PSOE y el PP extremeño. 
IU hace valer, buscando sus intereses y la diferenciación, que el apoyo externo que brinda a Monago es la causa de que el presidente extremeño se haya convertido en el ’verso suelto’ entre los barones del PP por sus posiciones sobre el aborto –contra la ley Gallardón- y la financiación autonómica. Si con su actitud y como consecuencia de la gestión de la crisis económica logran evitar que el PP no alcance la mayoría absoluta en la región y se ratifica la sensación de crecimiento electoral existente, sin embargo, esos argumentos dejarán de tener valor en el futuro y estaría más cerca un ejecutivo regional a imagen y semejanza del que gobierna en Andalucía. Aunque falta justo un año para las elecciones autonómicas y municipales, si IU mantiene las expectativas de voto actuales –aunque estancadas a medida que se acerca la votación europea- su concurso sería necesario para que los gobiernos del PP en algunas comunidades autónomas y grandes ayuntamientos fueran sustituidos por otros progresistas, y carecería de sentido para muchos ciudadanos que Extremadura quedara como una isla. Pero esa es otra historia que está por escribirse.      
Lo que sí harán las urnas del 25-M es aportar datos sobre la situación real en Extremadura – y también en otras regiones como Navarra donde el PSN amagó con una moción de censura contra Yolanda Bárcina, frenada por Rubalcaba- y sobre las posibilidades futuras de Fernández Vara, que en este caso sí, ha contado con el beneplácito del secretario general de los socialistas, aunque su estrategia puede haberle resultado contraproducente. Tanto esta circunstancia como la explicación triunfalista de José Antonio Monago de su gestión y su oposición a La Moncloa quedan a valoración de las urnas. 

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