Opinión

Memoria económica

Después de casi cuarenta años de democracia y numerosísimos procesos electorales después,  ante la presentación de los programas electorales de los partidos la ciudadanía suele mostrarse seguidora de la escuela cínica de pensamiento político, de la que participan quien fuera alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, que afirmaba que los programas electorales estaban para incumplirlos, y su predecesor Groucho Marx y sus principios de y para la ocasión.
A estas alturas de programas máximos y promesas estratosféricas, lo que no se puede hacer es creer a pies juntillas lo que proponen unos y ponerse exquisitos con otros. Una de las principales críticas que ha recibido el programa electoral de Podemos, -que es más bien un catálogo de medidas para el mes de noviembre más que para las elecciones autonómicas de mayo-, es la de no adjuntar una memoria económica, que explique de donde van a salir los fondos para llevarlas a cabo, como si el resto de las formaciones acompañaran ese anexo en los suyos, salvo en contadas excepciones. Y no estaría mal porque así se vería de forma palmaria que algunas promesas son inviables o incumplibles solas o en relación con otras relativas a la presión impositiva y no se generaría malestar o desafección con los políticos.
Ya se verá si el programa de Esperanza Aguirre contiene una nota económica a pie de página sobre los fondos que piensa gastar en borrar graffitis y en alojar a los sin techo dentro del capítulo de dejar una ciudad bonita para los turistas, o el presupuesto para las naumaquias del Retiro que quiere recuperar Antonio Miguel Carmona. Si, como muchos esperan, Podemos no va a gobernar, no es necesario ese documento que se redacta –y no siempre- cuando la promesa va a convertirse en ley.
Llama la atención que a un partido se le recrimine por dar marcha atrás en las iniciativas que habían suscitado las mayores críticas. Si antes se consideraba que una renta básica para todos los españoles fuera cual fuera su origen y condición era una propuesta inviable de sostener económicamente, ahora que está fuera del programa electoral parece que Podemos ha perdido su esencia ideológica. Y otro tanto pasa con el impago de la deuda, del que hablaron cuando todavía pensaban que podían tomar el cielo por asalto, antes de darse cuenta de que, como afirma Teresa Rodríguez, las instituciones son muy fuertes y acaban con el impulso revolucionario, y ya no se trata de gobernar porque los votos no alcanzan, sino de ser pragmáticos que es más engorroso y obliga a hacer, pero como si no lo pareciera. Y no digamos ya si se subestima la reacción de “esas instituciones que antes se llamaban la troika”.
Ya se sabe que ningún programa electoral sale gratis y como mucho señalan a quien se pretende que sea el pagano de la fiesta. En el programa de Podemos están los asuntos de siempre con recetas similares a las que aplican otros partidos del ámbito de la izquierda y otras novedosas que son las que ponen el acento en el rescate ciudadano y que paguen su parte alícuota de la crisis quienes fueron sus causantes, mediante la dación en pago retroactiva o los servicios públicos garantizados en situación de pobreza. Sus métodos para conseguirlo tampoco son nada novedosos: reforma fiscal y lucha contra el fraude. Porque el dinero solo se puede sacar de donde hay.   

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