Opinión

Digerir la Diada

Dado por hecho el éxito de la demostración popular a favor de la independencia con motivo de la Diada, aunque pueda producirse algún calvero en la Vía Catalana, las decisiones acerca de como salir del embrollo secesionista está más que nunca en manos de Artur Mas y de su capacidad para revertir una situación que como aprendiz de brujo da la impresión de que se le ha escapado de las manos y parece que no encuentra las palabras exactas para que se pare el desaguisado que puso en marcha hace exactamente un año. El presidente catalán confundió una masiva manifestación con el apoyo a su partido que, por el contrario, perdió las elecciones del 25-N cuando solicitaba una mayoría absoluta aplastante y quedó a merced de ERC que se ha mostrado como alumno aventajado y le sobrepasa en las encuetas al calor de un hipotético referéndum de autodeterminación.

Es previsible que aquel fiasco personal le haya enseñado al presidente de la Generalitat que esas manifestaciones masivas no le aprovechan a él tanto como a otros que tienen una actitud menos ambigua, que pueden realizar discursos más incendiarios y que le obligan a seguir el camino de marcado por la presión popular aun a costa de fraccionar a su partido y de provocar tensiones en la sociedad catalana y por ende en el resto de España.

A Artur Mas le corresponde jugar una pelota que se encuentra en su terreno de juego y en la que, como en el baloncesto, se sanciona el campo atrás y por tanto solo cabe la huida hacia adelante o asumir las consecuencias de la precipitación. Los días previos a la celebración de la Diada han sido de una continua confusión de declaraciones provocadas por la reunión que Mariano Rajoy y Artur Mas mantuvieron a finales de agosto en La Moncloa, de la que solo se puede extraer que se ha tendido un puente –secreto- y que por parte del presidente de la Generalitat se han expresado iniciativas con las que se trata de matizar las posiciones maximalistas –consulta acordada, tres preguntas en lugar de una contundente sobre la independencia…- que rápidamente han sido contestadas por aquellos de quien depende su estabilidad parlamentaria.

En el otro extremo del puente de reciente construcción se encuentra Mariano Rajoy que aún debe contestar a la carta que recibió a finales de julio, y de la que no se espera otra cosa que la reafirmación de la imposibilidad de que Cataluña celebre un referéndum independentista. A falta de que el presidente del Gobierno se explaye sobre la cuestión catalana ha sido el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien ha arrojado luz sobre la disposición del Gobierno a “buscar una fórmula” para que mediante una reforma de la organización territorial y del sistema de financiación de Cataluña tenga un mejor encaje en España. Como es una las pocas ocasiones en que a dirigentes del PP se les escucha avanzar en esa dirección supone que algo también se está moviendo en el entorno del Ejecutivo para encauzar el embrollo, siempre que los nacionalistas catalanes se muestren dispuestos a abandonar la idea de la independencia y se conformen, que no es poco, con un mayor reconocimiento de su singularidad.

De todos modos, a Artur Mas la primera tarea que le queda es la de digerir las consecuencias de la Vía Catalana –y los demás tomar nota- y solo después de que se hayan diluido sus efectos se trataría de conocer cuál es su disposición al diálogo teniendo en cuenta que se le acaba el tiempo, porque ERC presiona para que antes de final de año ponga fecha al referéndum y formule una pregunta a blanco o negro.

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