Opinión

Cuestión de tiempos

Alberto Ruiz-Gallardón, exministro de Justicia, puede decir lo mismo que Rubalcaba, que sus adversarios, pero sobre todo sus propios compañeros de partido, entierran muy a sus muertos. A los caídos por el fuego amigo. Para determinar el cómo y el cuándo de esa dimisión habrá que determinar que fue antes, si la amenaza de dimitir de Ruz-Gallardón si no se daba luz verde a su proyecto de ley del aborto, o la decisión de Mariano Rajoy de anunciar la retirada de la ley para forzar la dimisión de Ruz Gallardón antes de que la presentara, no fuera a ser que utilizara el mismo método que Manuel Pimentel y se enterara por fax. En esta ocasión, Rajoy no ha manejado los tiempos como a él le gusta, ni ha tenido ocasión de dejar  que el problema se pudriera.
Gallardón se ha echado a la espalda el fracaso de un proyecto de ley que, como se ha hartado de repetir era de todo el Gobierno, de lo que se puede colegir que algunos de sus compañeros de gabinete que más le han apoyado debían seguir su mismo camino si se trataba de una cuestión de convicciones morales, léase el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz de quien son bien conocidas sus ideas religiosas. Pero entonces se trataría de una crisis de gobierno en toda regla y Rajoy ha dicho que él no la va a promover y está en la esencia de su puesto intentar que no se las hagan desde afuera.
Otra cuestión a dilucidar si el momento elegido para esta crisis era el más oportuno. Está en el manual del político saber que quien echa un pulso al jefe del Gobierno lo va a perder. Es una cuestión de supervivencia del líder y de cimentar su capacidad de mando. Y Gallardón, además de no ser un político novato ya había perdido otro envite con Rajoy, que a la vista de la rapidez con la que ha resuelto su sustitución tenía preparada la retirada de la ley el aborto desde hace tiempo. La crisis apenas ha durado unas horas el tiempo transcurrido entre el anuncio el ex ministro y la designación de su sustituto, Rafal Catalá, quien se va a encontrar encima de su mesa los dos recursos para parar el desafío independentista. Por ese lado todo estaba atado y bien atado.
Se ha ido Ruiz-Gallardón y no parece que ni los propios ni extraños le vayan a añorar. Los primeros porque nunca fue santo de su devoción, nunca tuvo ningún tipo de poder en el aparato del partido y sus veleidades progresistas le restaron los apoyos yo que requería su proyecto para haber alcanzado las más altas cotas el poder. Los adversarios, no le echarán de menos por los mismos motivos, por haber abandonado las posiciones centristas para ser más papista que el papa en el ala más conservadora del PP, sin necesidad, porque ese espacio ya lo ocupaban otros mimbres de su partido, bien liberales como su contrincante Esperanza Aguirre, bien otros con más pedigrí en esas lides, como Aznar y sus seguidores. 
Mariano Rajoy ha sacrificado a uno de los suyos y lo ha hecho lo más lejos posible de las convocatorias electorales, fiado en que no hay nada a su derecha que sirva de refugio a los indignados cn su decisión sobre el aborto  y comienza a actuar más como un hombre de partido preocupado por mantener el poder que como un hombre de Estado que no duda en olvidar el programa electoral e incluso la coherencia. 

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