Opinión

Cirugía mayor

La labor de oposición del PP en la pasada legislatura bien podría resumirse en la fase que Cristóbal Montoro le dijo a la portavoz de Coalición Canarias Ana Oramas, “que caiga España que ya la levantaremos nosotros”. Aunque aquella manifestación hacía referencia a la situación económica bien puede aplicarse al resto de cuestiones fundamentales que marcan el devenir de la política nacional, el debate territorial, y la lucha contra el terrorismo. En el primer caso, el PP llegó a recoger firmas contra el Estatuto e interpuso un recurso de inconstitucionalidad que incluía asuntos que aparecían en otras reformas estatutarias de comunidades gobernadas por el PP, y dejaron caer la idea de que se produciría una importante recentralización que algunos interpretaron como una vuelta atrás en el Estado de las autonomías. Luego, vulneraron la regla no escrita de que la oposición apoya al Ejecutivo en la lucha antiterrorista, no han arreglado lo que entienden como politización de la Justicia con el reparto de puestos en el CGPJ y por supuesto se opusieron a todas las medidas económicas que el Gobierno se vio obligado a adoptar a partir de mayo de 2010, que luego aplicaron de forma corregida y aumentada con el punto culminante de una subida de impuestos que habían prometido, electoralmente, que no harían.

Como los votantes de un partido no son un conjunto homogéneo, cada uno de ellos lo haría por un motivo o varios e incluso algunos por todos ellos, y esos son los que parece que ven con buenos ojos el surgimiento de Vox, una escisión del PP a la que acaba de incorporarse Aleix Vidal Quadras, por discrepancias con la dirección de su partido en todos los aspectos mencionados con anterioridad –política territorial, antiterrorista, económica- y cinco minutos antes de que se quedara fuera de la lista al Parlamento Europeo.

Las apreciaciones de Vidal Quadras –defenestrado tras el pacto del Majestic Aznar-Pujol después de haber llevado al PP a uno de sus mejores resultados electorales en Cataluña- son las mismas que hacen algunos pesos pesados del PP que se encuentran en la oposición interna a Mariano Rajoy, como el propio Aznar o Esperanza Aguirre, pero a quienes no se les ocurriría abandonar el PP porque entonces la escisión de Vox, minimizada ante las dificultades financieras y de proyección pública que van a tener que afrontar, se convertiría en un cataclismo. Del número cuantitativo y cualitativo de militantes del PP que decidan seguir el camino de Vox dependerá su futuro más próximo.

La decisión de Vidal Quadras adolece del mismo problema que otros proyectos políticos surgidos en los últimos años en la forma de entender la democracia interna de un partido político, en el que se confunden las posiciones y perspectivas personales con lo que se interpreta como intereses generales. Que las discrepancias se resuelvan por la vía de la escisión no suele ser el mejor procedimiento para mejorar la regeneración y democracia de un partido, que no es “un rebaño flanqueado por mastines que sigue dócilmente a su pastor”, pero tampoco un ejército de Pancho Villa en el que cada uno de sus dirigentes campa por sus respetos, y no puede estar continuamente en periodo congresual, porque los electores suelen dar más importancia a la unidad de los partidos que a los debates interminables en los que tanto tiempo y energía se gastan. Los partidos solían resolver estas cuestiones con un procedimiento que tiene mala prensa, el centralismo democrático, pero ahora cualquier discrepancia se convierte en motivo de crisis interna con una sola receta para resolver todos los problemas: la cirugía mayor.

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