Opinión

Alcaldesa de perfil bajo

El camino que le queda por recorrer a la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, hasta las próximas elecciones municipales no va a ser nada fácil, con la espada de Damócles pendiente acerca de su designación como candidata a ser elegida por primera vez como cabeza de candidatura. Una posibilidad que no tiene en absoluto asegurada porque a los fallos de su gestión en un suceso tan trágico como el del Madrid Arena se une ahora el varapalo sufrido por la candidatura madrileña a organizar los Juegos Olímpicos. El peso de ese fracaso y la presión política interna que va a sentir sobre su cabeza van a pesar en una gestión que se ha percibido como de perfil bajo debido a las herencias recibidas.

En el PP no se pueden permitir perder la plaza de Madrid y desde su llegada al palacio de Cibeles su continuidad ha estado siempre en el aire. Dependía de ella misma, pero desde entonces, crisis y recortes de por medio, junto al fiasco del COI, las alarmas han saltado en la calle Génova. Se dice que no es santo de la devoción de Rajoy, y puede tener enfrente a una irreductible Esperanza Aguirre, presidenta del PP madrileño, que aunque tampoco lo es del presidente del Gobierno, puede garantizar unos mejores resultados. Y otros candidatos a la alcaldía no van a faltar -se trata de un puesto de relumbrón y de gran poder político- pero, en ausencia de primarias, quien controla el aparato como hace Aguirre tiene muchas posibilidades de imponer su criterio por encima de intereses superiores. Es preferible, apuntan dirigentes populares madrileños, que uno de los suyos tenga el poder, aunque sea un verso suelto, que perderlo.

En su primera comparecencia pública tras el fracaso olímpico, Ana Botella ha reafirmado su “compromiso personal y político con la ciudad de Madrid”, y ha anunciado que la capital no va a buscar la celebración de los Juegos del año 2024”. Es una decisión sensata si se impone que la causa de la derrota ha sido la situación de crisis económica que atraviesa el país, pero quizá le correspondiera tomar esa decisión al equipo de gobierno que ocupe la alcaldía a partir de 2015. Y aun aceptando su reflexión acerca de que en la carrera olímpica “la única regla es que no hay reglas”, no se puede despreciar el hecho de que la concesión de la organización de los Juegos tiene mucho que ver con la capacidad de un país de recabar los apoyos de sus socios y amigos, en definitiva de su peso en la comunidad internacional, y de su solvencia económica.

A Ana Botella le corresponde seguir trabajando por la ciudad y hacer que el legado olímpico efectivamente se ponga al servicio de los madrileños y se acaben y se rentabilicen las instalaciones deportivas y sobre todo debe poner sobre el tapete el modelo de ciudad que quiere para que los ciudadanos puedan decidir sobre su gestión.

Quiere un Madrid, que sea “casa de todos” - que no es la caricatura que se hace de ella como centro administrativo- y expresión de una España de ciudadanos libres e iguales, solidaria y tierra de acogida, -expresiones que resulta difícil no interpretar como críticas veladas a otros procesos políticos en marcha, aunque sin duda son esencias de la capital de España-; y quiere un Madrid como tierra de libertades -pero solo ha hablado de las económicas-, y un Madrid como tierra de cultura, aspecto que pese a constituir una de las patas de su proyecto ha despachado con un solo párrafo en su intervención. Muchas batallas internas le quedan por librar y hacer mucho por los ciudadanos si quiere remontar el vuelo para capitanear el proyecto madrileño más allá de 2015.

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