Opinión

La sombra de Junqueras es alargada

Se me ocurrió, nunca lo hubiera hecho, escribir un tuit dominguero diciendo que no me había parecido mal que en TVE entrevistasen a Oriol Junqueras. Se me echaron encima centenares de personas, la mayoría discrepantes en distintos tonos, que las redes sociales supongo que están para eso, para mostrar discrepancias, aunque a veces se agradecería un poco de educación por parte de algunos intervinientes. Esa 'batalla en la red' me impulsa a escribir este comentario, ratificándome en lo que veo que ha sido una afirmación polémica: me parece bien que desde un medio público se entreviste incluso a un golpista con quien, como me ocurre con Junqueras, me unen muy pocos puntos ideológicos.
La entrevista -que difícilmente puede, por sus limitaciones formales, calificarse como tal- responde a un viejo criterio periodístico, según el cual todo lo que tenga interés para el lector o para el espectador debe publicarse. A mí, personalmente, me interesa lo que el preso preventivo -que pienso que ya no debería serlo- Oriol Junqueras tiene que decir, como me interesa lo que alguien tan insensato como Puigdemont tenga que comunicarnos a los lectores, oyentes o telespectadores. Muchos de mis interpelantes olvidan, quizá, que entrevistar no es blanquear la imagen de nadie -puede ser todo lo contrario- ni hacerle propaganda, ni seguir las consignas de Gobierno alguno.
Entrevistar es eso: entrevistar. Género periodístico que no tiene por qué limitarse a las personas bien-pensantes ni bien-actuantes. A mí me hubiese encantado entrevistar a Tejero, o a Al Capone, o al comisario infame ese del que tanto hablan los digitales, y conste que a ninguno de elles le equiparo, desde luego, con Junqueras. Oriol Junqueras es un golpista y tendrá que pagarlo -de hecho, ya lo está pagando- con esa prisión preventiva que se prolonga. Pero, a mí al menos, me parecen de interés la constatación de sus diferencias con Torra-Puigdemont y su mano más o menos tendida para el diálogo con el Gobierno central, que es lo que importa; de hecho, pienso que solamente Junqueras, de quien sin duda seguiremos oyendo hablar en los próximos días, se puede erigir ahora en interlocutor para ese necesario acuerdo de 'conllevanza' del Estado con el independentismo catalán, como única manera de frenarlo.
Desde ese punto de vista, me parecen equivocadas las protestas contra la entrevista de dos dirigentes políticos a los que respeto mucho, como son Pablo Casado y Albert Rivera. Creo que se evidencia cada día más la necesidad de una coordinación entre las fuerzas políticas constitucionalistas en la búsqueda de soluciones para la 'cuestión catalana', soluciones que no estoy seguro de que pasen ahora por una nueva aplicación del artículo 155 de la Constitución, que no sirvió más que para empeorar, si cabe, las cosas.
Y conste que no estoy diciendo, en absoluto, que entrevistar a Junqueras, o a cualquier otro, en la tele oficial responda a una estrategia del Gobierno. Ya no tengo vínculos de colaboración con RTVE -fue decisión de ellos, que respeto, pese a las formas, y ya he dicho que no volveré con este equipo- y me irritó profundamente aquella 'entrega' confesa, que creo que no se ha consumado, del medio público más importante a alguien como Pablo Iglesias. Confío en que Pedro Sánchez sepa mantener a los medios públicos alejados del 'consignismo' y de las 'influencias' de antaño y que algo tan importante como RTVE no pueda ser objeto de reparto ni concesión a los aliados, y menos al 'vicepresidente in pectore', que ya hemos visto de lo que es capaz.
Estoy seguro, por lo demás, de que la entrevista a Junqueras, que evidenciaba las grietas en el independentismo, no ha gustado nada en el Palau de la Generalitat. Ni en Waterloo. De lo cual me complazco, por supuesto. Y eso no quiere decir que criticase el hecho de que la propia RTVE, o quien fuera, entrevistase, como debe hacerse, siempre con espíritu crítico y sin síndromes de Estocolmo, al propio Puigdemont, ese, sí, que tanto daño pretende hacer al Estado.
Me preocupa, he de decirlo, el patente involucionismo que la pringosa 'cuestión catalana' está imprimiendo a la sociedad española, a la de ambos lados del Ebro. No será con palo y sin zanahoria como nos ganemos la voluntad de muchos catalanes, incluso de esa cuasi mitad de ellos que están por la independencia y de la que Junqueras es, qué le vamos a hacer, un representante. Nosotros no deberíamos ser como otros, que silencian las voces de los que llaman 'unionistas' allá en Cataluña. La grandeza moral de nuestras posiciones debe corresponderse con aquella frase de Voltaire: "no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". ¿No es a eso, precisamente, a lo que llamamos libertad de expresión?

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