Opinión

Sabe que ha metido la pata... ¿y qué?

Pablo Iglesias es, sin duda, un político. Y un hombre que sabe salir en los titulares de prensa, lo cual en estos tiempos casi equivale a ser un político. O un publicista. O un showman, cosa que nada tiene de malo. Lo malo es cuando el político, el publicista o el showman, o cualquiera, se equivoca en el cálculo. Y en la estrategia. Y en las tácticas. Entonces, todo lo conseguido de manera meritoria se viene abajo. Y Pablo Iglesias lleva exactamente un año y cuatro meses equivocándose en todo lo antedicho. Y, encima, mostrando su verdadero rostro. Pétreo, por cierto, dicho sea sin ánimo de zaherir, sino con voluntad de clasificar y clarificar.
Aquel 22 de enero de 2016, cuando, acompañado de lo más selecto de su gente, compareció, tras entrevistarse con el Jefe del Estado, para anunciar su generosa disposición a asumir la vicepresidencia del Gobierno, los servicios secretos, la radio y televisión públicas, el Ministerio de Defensa, además de otro, nuevo, de territorios y unos cuantos más, Pablo Iglesias comenzó a despeñarse. Y más aún cuando hizo imposible el loco `Gobierno de progreso` que pretendía alumbrar Pedro Sánchez. Hasta entonces, sus comparecencias besuconas y peculiares -llamémoslo así- en el Congreso de los Diputados se habían tomado como parte del espectáculo, y ya se sabe que el `pan y circo` forma parte del espectáculo político. Iglesias era el propietario -bueno, entre otros- de cinco millones de votos desencantados con el bipartidismo y quién sabe si con el sistema. Ahora no sé cuántos le quedan, aunque las encuestas siguen diciendo que algo baja, pero no tanto.
¿La ayudan los `tramabuses`, las maniobras especulativas, los castigos a los correligionarios díscolos, como Errejón, el aire parlamentario-festivo con su novia y portavoz en la Cámara Baja, a perder esos votos? De momento, no está claro. Lo que sí creo que es bastante patente es que él sabe que, con su última movida, anunciando una moción de censura contra Rajoy -la única buena noticia que el presidente del Gobierno debe haber recibido en muchos días-, ha metido la pata. No ha logrado contribuir a dividir (más) al PSOE en campaña interna y en cuanto al destinatario de la censura... mire usted cómo tiembla. Incluso en las filas de Podemos cundía, me parece, el desconcierto ante un anuncio, el de la futura e imprecisa presentación de la moción, mal preparado, demasiado improvisado, algo `naif`: me recordaba a aquella moción presentada por Hernández Mancha contra Felipe González, que tan bien se lo hizo pasar al presidente destrozando a su oponente.
Rajoy también lo pasa bien en el hemiciclo en sus rifirrafes con Iglesias. Se nota. Le toma el pelo y el líder de Podemos no se da cuenta, creyendo que lo toma por un igual. Claro que Rajoy está lleno de defectos y claroscuros: pero a Iglesias, como parlamentario, le gana con el dedo meñique, entre otras cosas porque el de la formación morada se confía, creyéndose un genio de la oratoria y de la dialéctica, y la verdad es que no lo es. Piensa que todo hay que tolerárselo, y no.
Podemos es necesaria como fuerza crítica, que haga avanzar las reformas que el país precisa y que sus actuales gobernantes no impulsan. Necesaria. Igualmente, para contribuir al combate contra los vestigios de corrupción (aunque primero hay que saber dimensionar ese combate, no disparando contra todo lo que se mueve). No hay que confundir oposición con funambulismo. Ni disimular las ganas de encaramarse al poder con un presunto servicio a la ciudadanía.
Podemos es una fuerza importante, que representa sin duda a un sector de la sociedad española y que ve que puede destronar a un PSOE, cuarteado y despistado, del podio donde aún tienen los socialistas la medalla de plata. Y, desde luego, lo que están haciendo es afianzar al PP, sumergido en todas las operaciones Lezo que usted quiera, en lo más alto del sitial. Ya digo: si todo lo que le pueden hacer a Rajoy es pedirle que, en cuanto haya regresado de su periplo exterior, dimita, o que venga a buscarle la Guardia Civil, lo único que consiguen es que el flemático gallego se fume, metafóricamente digo, un puro. Y que le saque lustre a su sillón monclovita, donde me parece que se siente bastante cómodo. Bueno, con esto de la moción también ha logrado Iglesias que las tres `familias`, ejem, del PSOE se unan en el `no, no y no`... a Podemos. Y que Errejón mantenga su apocado, timorato, silencio, no le vayan a quitar lo que todavía le han dejado. Puede que Iglesias haya metido la pata, pero, al menos, ya ve que oposición interna, lo que se dice oposición interna a sus gracietas de colegio, no tiene.

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