Opinión

Rajoy, Sánchez y los demás, a tomar la calle, que no pase nadie

Si le digo a usted la verdad, creo que todos estamos un poco aburridos de esta situación. Lo poco agrada y lo mucho empalaga. Puigdemont, Junqueras y también los del lado de acá, a base de colocarnos a todos en una situación políticamente límite, han acabado por provocarnos un hartazgo mortal. Ellos mismos, los causantes de todo esto que arrastramos desde finales de 2015, o desde bastante antes, si usted quiere, parecen haberse dado cuenta de que esto, así, ya no da más de sí. Si quieres que algo cambie, o incluso que solo parezca que cambia, no puedes seguir haciendo siempre lo mismo, vino a decir Einstein. De manera que se han lanzado a hacer las Españas, que es algo que uno, modestamente, viene haciendo ya desde hace un tiempo. Lo que ocurre es que me parece que `ellos` no van para conocer de primera mano problemas ni a buscar ideas nuevas, sino a recibir palmaditas en la espalda y gritos de `Pedro, Pedro` o `Mariano, presidente`.
"Hay que recorrer el país", es la consigna que el presidente ha dado a sus ministros y a sus vicesecretarios de comunicación en el PP. Lo que ocurre es que en la mente presidencial este `road show` consiste, como hacen las grandes multinacionales, en explicar las buenas oportunidades que la empresa ofrece para comprar acciones, es decir, para seguir votando a un PP que, es la verdad, sigue siendo el partido más cohesionado de España. Pero no sé de qué servirá tanto recorrido si no hay ideas nuevas, regeneradoras, sobre el tapete. Y ahí tiene usted, en la foto, a los Maíllo y a los Arenas aplaudiendo al jefe en Sevilla, rodeados todos de correligionarios más o menos entusiastas, pero siempre palmeros y asustados en todo caso de que otros lleguen a comerse el pastel que a ellos les corresponde, creen.
Otro tanto se podría decir de Pedro Sánchez y `su` PSOE, que no es, mírese por ejemplo hacia Valencia, Asturias o incluso Madrid, `todo` el PSOE. El secretario general socialista, que tuvo que abandonar apresuradamente su estrategia de `no, no y no` a cuanto significase contacto con el PP de Rajoy (al que ha vuelto a asediar la Gürtel, por cierto, si es que alguna vez le abandonó), está volviendo a las andadas: en claro menosprecio de Corte y alabanza de aldea, se ha lanzado de nuevo a contactar directamente con la militancia, obviando a barones y comités federales, para explicarles `su` verdad, la verdad de Pedro. La nueva izquierda. Pero, aunque alguna vez se hayan esbozado algunos rayos de luz nueva en los últimos meses, lo obvio es que las ideas renovadoras en profundidad están ausentes de sus discursos tras los que invariablemente es aclamado por `las bases`, a las que él cree tener bajo control y admiración.
Claro, a ninguno de los dos, ni a Mariano ni a Pedro, y de Pablo Iglesias ya ni hablamos, les sale este paseo por las Españas tan natural como a Albert Rivera, que también anda de recorrido. Del líder naranja se comprende que anda a la busca de adhesiones, de traspasos y fichajes, para completar la batalla por el `sorpasso` hacia La Monloa. Porque, todo bien mirado, una larguísima precampaña electoral ya ha comenzado.
Lo que sucede es que lo único, es decir, la corteza de los árboles que no deja ver los árboles y menos aún el bosque, sigue acaparando titulares y, ya digo, aburrimientos: a ver qué pasa este lunes, cuando el nuevo Parlament catalán, como un torrente, convoque sesión de investidura, dejando más o menos veladamente obvio que será Puigdemont el candidato. Sospecho que, dado lo enrevesada (y, lo digo otra vez, bostezante) que se ha vuelto la política catalana, habrá pocas explicaciones sobre todo eso que este fin de semana estaban tratando frenéticamente los responsables de las formaciones independentistas: cómo se va a hacer posible esa investidura a distancia, si es que finalmente es a distancia y Puigdemont no decide -porque aquí todo lo decide él, por control remoto_ darnos a todos, al Gobierno central, que sospecho que no se está enterando de nada, el primero, alguna nueva sorpresa.
Así que, ya que el patio catalán está hecho unos zorros, lo que les toca es patearse (el resto de) España, en busca más bien, insisto, de escapes, aplausos y adhesiones que de escuchar voces críticas, que es lo que uno anda haciendo estos días en los que, por sexta vez en cinco años, está recorriendo todo el territorio nacional con el pretexto de presentar un libro y un programa educativo, pero con la voluntad última de hacer una radiografía personal sobre cómo andan los ánimos ciudadanos, para lo que valga.
Algún día, estando seguro de que no prestarían la menor atención, me gustaría explicarles en algún nuevo volumen a nuestros responsables lo que en estas reuniones en Vitoria y Bilbao, en Segovia y Salamanca, en Tomares, Sevilla y Granada, en Toledo y Albacete, en Santiago y Vigo, en Oviedo y Santander, en Alicante y Valencia, en Málaga, en Zaragoza y también en Barcelona (donde algunos de Sociedad Civil me abroncaron cordialmente por `blando`), que son los últimos puntos de mi recorrido actual, me está llegando sobre la situación que esos ciudadanos que tienen la amabilidad de encontrarse con nosotros perciben. Desde luego, para nada me extraña la bajísima puntuación que los líderes políticos de este país reciben en los índices de valoración que publican las encuestas. ¿Lo tendrán en cuenta cuando lleguen a las concentraciones de forofos, cuando inauguren un tramo de autovía o de AVE y escuchen, acuérdate de que eres mortal, los vítores, pero nunca, nunca, los problemas de esos potenciales votantes llamados `gente`?

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