Opinión

Pedro Sánchez, a por el (mundo) Mundial

Ya sé, ya sé que ahora todo es pan (y cerveza) y futbol. Hablar hoy de la cansina política española choca, no había más que ver bares y disminución de transeúntes por las calles este viernes noche, con el interés ciudadano. Pero el caso es que la política se cuela por todos los rincones, y ya he contado alguna vez que una flamante ministra, eufórica —no había ocurrido aún el 'tropiezo Maxim Huerta'— me dijo: "ahora, a Pedro (Sánchez, claro) solo le falta ganar el mundial". Ahí queda eso, nuestro primer ministro, tan nuevo, conquistando el máximo trofeo futbolístico del mundo mundial. Entiendo lo que la ministra me quería decir: Pedro va a por todas. Pero, para ganar no el mundial, sino el premio nacional del apoyo del respetable público, me parece que habrá de corregir el tiro a puerta, algo el centro del campo y mucho, mucho, la defensa. Y confiar en el árbitro, no intentar comprarle.
Incluso en el fútbol los periodistas apreciamos la transparencia informativa, y en esta asignatura Sánchez nos está saliendo deficiente. No a los periodistas, claro, sino a los ciudadanos, que siguen sin saber —y no son meros cotilleos morbosos— cómo se 'fabricó' este sin duda buen Gobierno y, sobre todo, cuáles son las metas a alcanzar. En una democracia que se precie de tal los representantes tienen que hablar con los representados, y no solamente a través del plasma y/o del Parlamento, que una cosa son las sesiones de control parlamentario y otra, muy distinta, el lenguaje que hay que emplear cuando te diriges directamente a la opinión pública y publicada.
Que, hasta el momento de escribir este comentario, PS no haya dado una rueda de prensa ni siquiera de esas descafeinadas aprovechando la presencia de un mandatario extranjero, temo que es algo que nos augura a los profesionales de la comunicación —y, por tanto, a usted, amable lector— una etapa más semejante al 'marianismo' que al 'felipismo'. Y supongo que, a estas alturas, ya debe saber el señor Sánchez que el gran error de la era Rajoy, sobre todos los demás errores, fue su planteamiento, y el de sus colaboradores/as, en materia de comunicación.
Los ciudadanos tenemos derecho a un máxima transparencia por parte de quienes nos representan. Y comunicar con la sociedad no consiste solamente en que los ministros, algunos ministros, aparezcan en sus medios favoritos en plan colegueo con el periodista; es preciso un planteamiento mucho más serio que los volatines a los que al parecer —me informan donde me pueden informar al respecto— es tan aficionado algún fabricante de imágenes que ahora está en el entorno privilegiado del principal habitante de La Moncloa. Sánchez ha de someterse a los medios críticos, y los medios críticos tienen, pienso, la obligación de reclamar, respetuosa pero implacablemente, la presencia del presidente del Gobierno, mucho más frecuente y estructurada que sus antecesores, el último en especial.
Supongo que en los próximos días, una vez asentada esa maniobra mágica que fue la formación del Ejecutivo, su principal responsable comparecerá en eso que se llama rueda de prensa: con preguntas sin límite y sin discriminaciones en la convocatoria. Y quiero suponer que sus apariciones ante los informadores no serán de Pascuas a Ramos, sino con la asiduidad suficiente como para que los medios, que somos los intermediarios con la opinión pública, podamos evaluar la trayectoria de un Gobierno que llegó sorpresivamente, pero que ha concitado, no obstante, el entusiasmo esperanzado de amplias capas de la sociedad. Lo que ocurre es que el entusiasmo es aroma que pronto se desvanece, si no se cultiva. Y entonces, claro, es cuando se pierde el Mundial.

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