Opinión

Manía ilegalizadora

Lamento no poder compartir la última idea, lanzada para la polémica por alguien a quien respeto y a veces hasta admiro, como es Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha. Pregunté por el tema a otro 'barón' socialista, el aragonés Javier Lambán, y mi alarma creció, al comprobar que no desdeñaba la provocación lanzada por su colega castellano-manchego: aventuró este la posibilidad de llegar a ilegalizar a los partidos separatistas, porque son contrarios a la unidad de España y, por tanto, a la Constitución.
¿Ilegalizar, dejar fuera de las instituciones, a los que no creen en una España unida? Menudo despropósito, y espero que Don Emiliano, Don Javier, y otros muchos que parece que aplauden la idea me perdonen: sería como dejar fuera de la ley a un 48 por ciento de los catalanes y a, pongamos, más de un 20 por ciento de los vascos, incluyendo al lehendakari Urkullu, que no tiene otros remedio que declararse independentista cuando llega el 'aberri eguna'. ¿O hay que marginar de la legalidad también el 'aberri', el 'alderdi' y hasta a los castellers, puestos a ello?
Quienes me conocen bien saben de mi pasión por una España unida, solo paralela a mi fe en un país tolerante, demócrata hasta donde solamente un Estado fuerte y generoso puede y sabe serlo. Pero mis amigos y allegados también conocen mi preocupación ante la ola involucionista a la que nos están llevando la irracionalidad de los secesionistas 'torristas' y 'puigdemonistas' -que ya hay que empezar a distinguir en el mundo del separatismo- y algunos excesos dialécticos y gestuales de ciertos raperos, cómicos y payasos de mal gusto. No, no, yo no quiero que se meta en la cárcel a quien predica y cree en la separación de una parte del territorio, ni al idiota que cree que sonarse con la bandera es algo gracioso; me basta con la reprobación moral y con los límites que imponen las leyes actuales y el sentido común.
Y lo mismo digo de ciertos escritos que circulan pidiendo apoyo para presentar en el Parlamento una proposición instando a ilegalizar Podemos, por airear un ideario republicano, siendo así que la Constitución es monárquica. Pero ¿nos hemos vuelto locos? ¿Desde cuándo ser republicano es delito? Y conste que lo dice quien desde siempre se ha proclamado monárquico. Pero también soy, en esto, un convencido volteriano: yo, que aborrezco las ideas que usted proclama, daría la vida para que usted pueda seguir defendiéndolas libremente.
Creo cada día con mayor convicción que los problemas hay que resolverlos, mientras se pueda, dialogando, intentando acordar y pactar. Cada parte en una polémica tiene su porcentaje de razón, y no será con el palo y sin zanahorias como arreglemos el roto de las dos, o más, españas. Que es un roto que nos ha costado ya mucha sangre, mucha falta de libertades -ay, qué mal anda la libertad de expresión, cuando ya los ordenadores de los periodistas han dejado de ser sagrados-, muchos disgustos. Siempre hay soluciones alternativas antes de poner a jueces, abogados y policías en acción: son el último recurso en la defensa de un Estado. Y, desde luego, me opondré siempre a dejar fuera de la ley a quienes no piensan como yo; entre otras cosas, porque las leyes están para arreglar desaguisados, no para crear otros nuevos. Así, con esta manía ilegalizadora, con este autoritarismo que trata de que todos actuemos como 'ellos', sean quienes sean 'ellos' (y, por tanto, no nosotros), quieren, vamos mal. A mí, al menos, un país así, mi querido país, no me gusta.

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