Opinión

Y ¿por qué no llegan a un acuerdo sobre la Constitución, o...?

Me alegra, en principio, que dos personas que muestran aborrecerse en cada sesión de control parlamentario, me refiero, claro, a Pedro Sánchez y a Pablo Casado, hayan llegado -al fin- a algún consenso. Pero mire usted por dónde, de ninguna manera puedo celebrar el motivo de tanta concordia: repartirse entre ambos el gobierno de los jueces, en lugar de permitir que sean los propios jueces quienes elijan a 'su' gobierno y a quien debe presidir ese 'gobierno', o sea, el Consejo General del Poder Judicial.
Es decir, que solo se ponen de acuerdo para hacer cada día más liviana, más tenue, la separación de poderes: no creo que a Montesquieu, si el pobre levantara la cabeza, le gustara demasiado este pacto, rematado por la presencia de un buen magistrado, Manuel Marchena, como nuevo presidente del Consejo y, de paso, del Tribunal Supremo. Una acumulación de cargos, dicho sea de paso, que no tengo claro que debiese seguir existiendo; como tampoco acabo de entender, por otra parte, que el fiscal general del Estado sea nombrado a 'dedo' por el Ejecutivo, y tantas otras cosas relacionadas con el inexplicable funcionamiento que a veces tiene esta Justicia nuestra.
Decía, en fin, que me alegra que dos que nunca han cabalgado juntos se entiendan, aunque sea a través de personas interpuestas, con telefonazo de fin de semana y para un fin poco deseable, a mi juicio. Pero, ya que se ve que son capaces de entenderse para repartirse un poder que no es suyo, no veo por qué no van a hacerlo en materias donde el acuerdo sería mucho más plausible, como la reforma de la Constitución, o cómo enfocar las soluciones a la crisis catalana, o un nuevo proyecto sobre Educación, o la reforma de la Administración, o una convocatoria de nuevos pactos de La Moncloa... o RTVE, incluso, ahora que estamos escribiendo una especie de carta a los Reyes Magos de Oriente.
Pero no, verá usted cómo no hay acuerdo en ninguna de las materias a las que acabo de referirme y los Reyes, evocados sean con perdón de Pablo Iglesias, acabarán trayéndonos carbón. Y menos cuando tenemos ante nosotros una serie de convocatorias electorales y de lo que se trata -lógico- es de tomar, con la fuerza de los votos, ayuntamientos, diputaciones, escaños y presidencias autonómicos y, luego, hacerse con el Congreso y el Senado. Pero todo eso, señores, por muy legítimo que sea, ya que se trata del funcionamiento de una democracia partidista, no anula para nada la necesidad de pactar las grandes cosas que a los ciudadanos nos interesan bastante más que si tal magistrado se inclina más hacia los socialistas, hacia los populares o hacia los podemitas. Este país no puede, no debe, seguir funcionando así, como si estuviésemos en la 'era Rajoy'. O incluso antes...

Te puede interesar